Sobre la libertad
Mi amigo Luis, un ser humano de los que merecen la pena, tiene dicho y escrito que ese saber posmoderno llamado management parece pretender, velada o no tan veladamente, funcionar como una ciencia autónoma y autosuficiente, capaz de ignorar saberes previos, colindantes y relevantes, como los de la filosofía, sociología, antropología, derecho o historia, que han sido las coordenadas que han cartografiado al hombre a lo largo de su historia.
La reflexión, además de hermosa y certera, nos introduce y entronca directamente con el recuerdo-homenaje que con estas líneas uno quiere rendir a un gran preterido: John Stuart Mill, el filósofo y economista inglés nacido en Londres en 1806, hace ahora 200 años.
Mill estuvo enamorado profundamente de una mujer casada, y se casó con ella una vez que Harriet Taylor enviudó de su primer marido. Siempre consideró a su mujer 'inspiradora y, en parte, autora' de sus obras. Fue un hombre honrado y coherente, con mente abierta y civilizada y, más allá de su olvido, uno de los más grandes pensadores políticos de nuestro tiempo, y un ciudadano ejemplar, de los que ahora tanto se echan de menos. Fue, además, el paradigma del liberal humanista debido, entre otras cosas, a que hay en su vida y en su filosofía una mujer como Harriet, mientras que 'no existe ninguna Harriet Taylor en la vida de Popper'; y, como recalca Feyerabend en su Tratado contra el método, la filosofía de Popper 'está completamente desprovista del interés por la felicidad individual que constituye un rasgo característico de Mill'.
Los lectores me permitirán que para no caer en el pecado de 'ignorar saberes previos', y lejos de la soberbia que atesoran muchos de los que ahora se llaman líderes, empresariales o no, uno vuelva los ojos hacia Stuart Mill y hacia su obra, que es su gran legado. Nuestra obligación es, creo yo, profundizar en los clásicos: si no se avanza recordando, siempre se tropieza.
En un libro fundamental y lleno de pasión, On Liberty, Sobre la Libertad, publicado hace casi siglo y medio y dedicado a título póstumo a Harriet, Mill escribió que 'negarse a oír una opinión, porque se está seguro de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad'.
Muchas veces, la mayoría de las veces, los hombres y las mujeres de empresa olvidamos que, si queremos ser grandes de corazón y de espíritu, hay que rodearse de los mejores.
Como escribió en el siglo XVIII Herault de Sechelles, los hombres, 'pese a la envidia que les corroe, no piden sino hallar en los demás la grandeza que echan en falta en ellos mismos'.
Las empresas -es verdad- no son democracias, ni orgánicas ni parlamentarias, ni pueden serlo; alguien tiene que tomar la última decisión, pero no es menos cierto que antes de hacerlo conviene escuchar otras opiniones, sobre todo porque, como escribió Stuart Mill, 'los hombres no son infalibles; que sus verdades, en la mayor parte, no son más que verdades a medias; que la unanimidad de opinión no es deseable, a menos que resulte de la más completa y libre comparación de opiniones opuestas y que la diversidad no es un mal, sino un bien '.
La sagrada obligación del líder, y de la propia empresa, es crear equipos de verdad, con competencias y responsabilidad para cada uno de sus miembros; un equipo interdisciplinar, diverso y complementario, que sea capaz de hacer un debate creativo y que no dé la razón permanentemente. æpermil;sa es la tarea del líder, como lo es también suprimir las camarillas, celdas o compartimentos que, como grupos aislados, se desentienden de las inquietudes de otros compañeros y suelen torpedear el proyecto común.
Los líderes empresariales necesitan a su lado hombres y mujeres leales, no pelotas chupamedias. Sobre todo porque nadie es infalible y, como diría Mill, 'una opinión, aunque reducida al silencio, puede ser verdadera' y cualquier opinión con frecuencia guarda una porción de verdad. Hay que buscar la contradicción. El hombre es más humano y mejor profesional cuando, buscando la luz y la verdad, huye de dogmas y es capaz de asumir sus propias contradicciones. æpermil;sa es una forma de triunfar también en el mundo empresarial, porque no debemos olvidar que el principal compromiso que el líder tiene es la lealtad y el sagrado deber de conservar y acrecentar la empresa para los que vendrán después.
El líder auténtico sabe que es sólo el depositario de una historia y de un patrimonio y, en primer lugar, su responsable. Benditos y sabios, como John Stuart Mill, los que así lo hacen.