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Lealtad,1
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Pues a lo mejor no era la inflación

Esto no es lo que habíamos hablado. El mercado volvió a sorprender a propios y extraños en la sesión de ayer con su reacción al dato de inflación estadounidense. Se temía el aumento de los precios, y de hecho los precios aumentaron, pero los mercados obviaron la noticia con una dignidad desconocida en las últimas semanas.

¿A cuento de qué este ataque de flema británica? Llevan las Bolsas un mes, exactamente desde que se publicase el dato de IPC del mes de abril, hechas un manojo de nervios, sumidas en la inestabilidad más galopante. Y cuando llega el segundo capítulo no hacen ni caso. Lo que viene a demostrar, para el que no lo hubiese visto antes, que las novedades alrededor de los tipos de interés y la inflación, si bien no se tratan de una excusa en el sentido más estricto de la palabra -son los temas estrella del año a efectos bursátiles-, sí han provocado un efecto desproporcionado en las cotizaciones y el sentimiento de las Bolsas. Es lo malo del mercado. Aunque los modelos de valoración son lineales y cada puntito de beneficios se traduce en tantos céntimos de euro, el comportamiento de los inversores es cualquier cosa menos eso.

¿Cuánto supone en dinero el retraso en la entrega de los Airbus 380? La Bolsa valoró las turbulencias en 7.000 millones. La razón es sencilla, pues en el parqué lo que se compran no son empresas o acciones, sino expectativas. Se apuesta por que las perspectivas de tal o cual empresa sean mañana mejores de lo que son hoy. En este contexto, pensar que los efectos de las noticias son proporcionados es un ejercicio de voluntarismo inaudito.

Lo malo es, precisamente, eso. Que el inversor no sabe a qué carta quedarse después de sesiones como la de ayer, porque tampoco puede llegar a la conclusión de que la inflación está descontada, o de que lo peor de la caída bursátil es ya agua pasada. A lo único que tiene miedo el bolsista de hoy es a los otros bolsistas y a esos episodios de pánico que se repiten un par de veces por semana. El resto es, casi siempre, palabrería.

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