Enron y el apetito por el riesgo
Cuatro años y medio han pasado desde que empezó a estallar el caso Enron. Implosión sería una palabra más apropiada para lo que ocurrió, pues lo que se vino abajo era una superestructura construida sobre mentiras y creencias falaces. Porque Enron, producir, producía más bien poco. Sólo cambiaba dinero y cosas de sitio.
Precisamente cuando se ha conocido la sentencia que lleva a la cárcel al presidente y al consejero delegado el mercado de valores registra el primer susto serio desde el año 2003. Y precisamente en ese momento los inversores se dan cuenta de que, otra vez, algunos de ellos pueden haberse subido a un tren que carecía de frenos.
Comparar una situación con otra sería un abuso. Las condiciones no son ni por asomo similares. Pero sí es cierto que la caída del 10% -punto arriba, punto abajo, según índices- sufrida por los mercados ha hecho que los inversores se paren a pensar y que las firmas de banca privada ya reciben llamadas nerviosas de los clientes. Posiblemente de los mismos clientes que hace unas semanas pedían más combustible en las carteras, en forma de fondos de materias primas o de energías alternativas. Las señales son tan fáciles de detectar a toro pasado como complicadas de poner en perspectiva cuando todo el mundo está ganando dinero.
Los inversores, en todo caso, se enfrentan a una contradicción. Asumen que las condiciones no son malas y no deberían anticipar una grave caída en el corto plazo. Pero el mercado ya ha registrado, y corregido, los primeros excesos de apetito por el riesgo. Pero si el mercado ha de recuperar el tono ¿por dónde lo hará? En el último año habían ganado casi todas las categorías de activos, luego ahora han corregido casi todas.
Tradicionalmente el dinero, cuando se lleva un susto, se busca un cambio de destino. Si ahora se había ido en busca de rentabilidad, ahora buscará la seguridad por otras vías y, sobre todo, venderá más cara la asunción de riesgo.