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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sensatez con la inmigración

Los esquemas tradicionales de la globalización suponían que las fronteras se habían venido abajo para el capital y la tecnología. Pero nadie había contado con que se produjera un movimiento paralelo de grandes dimensiones como la inmigración los últimos años. Y eso pese a que a lo largo del siglo XX los flujos migratorios constituyeran un activo socioeconómico importante. No obstante, nunca se había asistido, desde luego no en España, a un movimiento demográfico tan denso como el actual.

En los diez últimos años, España ha absorbido entradas superiores al 11% de su población, algo desconocido por su intensidad. Este fenómeno, que ha aliviado a medio plazo las tensiones en el mercado laboral y ha relajado parcialmente las dificultades financieras en los sistemas de protección, no ha sido aún encajado plenamente por la sociedad por las dificultades que generan en la provisión de servicios públicos (educación, sanidad, seguridad) y privados (vivienda, empleo).

España ha acometido hasta cinco procesos de regularización en los últimos años, en un intento de absorber económica y culturalmente la población inmigrante. Pero el mecanismo se ha convertido también en un aliciente a nuevos flujos no controlados de inmigración. Hubiera debido imponerse un criterio de sensatez y firmeza en el control fronterizo y rigor en la demanda de una mano de obra ajustada al mercado. Eso es justamente lo que los grandes países de Europa y los Estados Unidos han hecho.

En este asunto, España es un problema para Europa; y Europa, para España. La vecindad natural con África y cultural con Latinoamérica convierte a España en puerta de entrada de la UE para los inmigrantes. Y la falta de una política común de control de la inmigración impide que España pueda echar mano de instrumentos europeos para controlar fronteras.

Articular una gestión única en Europa, junto con un flujo financiero suficiente para que los emisores de inmigrantes dejen el asfixiante subdesarrollo, es la gran tarea pendiente de Bruselas y de Madrid.

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