El pesimismo se contagia en la Bolsa
Las Bolsas europeas cayeron ayer en bloque, profundizando un declive que empieza a prolongarse más de lo razonable y que ha hecho que muchos valores pierdan toda la ganancia acumulada en lo que va de año. El Ibex cedió un 2,84% y perdió la barrera de los 11.000 puntos; el Footsie 100 londinense, un 2,2%, lo que supone el mayor descenso desde mayo de 2003, y el CAC 40 parisino, un 2,7%. En Moscú fue preciso suspender la cotización cuando el declive alcanzó el 11%.
Los inversores responden así al súbito descenso de los precios de las materias primas (hasta el contrato de futuro de petróleo Brent marcó ayer un mínimo en seis semanas) y al temor generalizado a que las presiones inflacionistas obliguen a seguir subiendo los tipos de interés en Europa y Estados Unidos, con el consiguiente daño para el consumo privado y el crecimiento económico. Y cada día que pasa crecen las dudas sobre si se trata sólo de un frenazo momentáneo en la senda alcista o más bien de una importante corrección que todavía no ha encontrado suelo.
Los descensos violentos en mercados que llevan una larga temporada al alza son habituales. Los inversores necesitan tomar un respiro, revisar sus posiciones y recomponer sus carteras para corregir excesos injustificados. Lo más habitual es que el dinero salga de inmediato de los valores menos líquidos y que, tradicionalmente, han sido los más beneficiados por las subidas previas. Sin embargo, la prolongación en el tiempo de esta fase de corrección, que dura en torno a dos semanas, parece indicar que hay razones de fondo que van mucho más allá que el mero vértigo de los inversores.
El pesimismo, al igual que el optimismo, es contagioso. De ahí que cada sesión a la baja contribuya a alimentar el temor de los inversores, por mucho que los analistas incidan en que los fundamentos de las compañías son sólidos y sus valoraciones están justificadas.