No pasa nada, hasta que pase
Muchos economistas piensan que pertenecen a una disciplina científica y, en consecuencia, suelen gustar de crear modelos que expliquen el comportamiento de los agentes económicos y permitan, en cierto modo, hacer predicciones numéricas sobre su comportamiento. Muchos se dedican a ello con especial tesón pero, lamentablemente, a veces la realidad es demasiado compleja como para retratarla en una ecuación.
Es una costumbre extraña, toda vez que, por ejemplo, los zoólogos que estudian a través de un cristal una colonia de hormigas no sienten esa necesidad de convertir en números sus observaciones. Pueden hacerlo, pero no por ello serán, necesariamente, mejores zoólogos.
De un tiempo a esta parte se han popularizado los informes en los que determinados organismos internacionales alertan que un alza en el precio del petróleo de tal cantidad de dólares por barril resta tantas décimas al crecimiento y añade tantas otras a la inflación. Son excelentes para el titular periodístico, e interesantes documentos de base sobre los que se puede trabajar en distintos escenarios. Pero que nadie les pida exactitud en la capacidad predictiva.
Así, puede que el petróleo suba hasta un determinado nivel sin que tenga efectos apreciables sobre otras variables económicas. Pero en ocasiones el impacto no es lineal, es decir, no es proporcional al alza del barril a lo largo del tiempo, sino que es limitado hasta un determinado umbral y desproporcionadamente grande a partir de ahí.
Es coherente, incluso, con la teoría que entiende la economía como un eterno tira y afloja entre el equilibrio y las fuerzas que tienen a romperlo. El propio concepto de ruptura del equilibrio es incompatible con la idea gradual que sugieren las estimaciones al uso. Así, que el petróleo a 74 dólares no haya tenido efectos significativos no significa que tampoco los vaya a tener si sube a 80.