Lo más positivo del petróleo caro
Los escenarios dibujados por todas las instituciones multilaterales y autoridades económicas plantean como un serio riesgo para el crecimiento internacional la consolidación de los precios energéticos altos. El entorno de más de 70 dólares el barril se acerca en términos reales a los niveles récord de los ochenta, y es cada vez menos discutible que las economías deben acostumbrarse a vivir con unos precios de la energía caros.
Lo positivo de la nueva escalada de precios es que no se deba a problemas de oferta, como ocurrió en los setenta, aunque para ello se deberán despejar las incógnitas de la carrera nuclear de Irán y de la especulación. El origen profundo de la subida está en la creciente demanda de gigantes como China e India. Sus crecimientos de casi dos dígitos han introducido en el mercado de materias primas un poderoso e inédito factor de consumo. Esta cuestión, y la estabilización de las expectativas inflacionistas conseguida por la política monetaria de los grandes bancos centrales, explica en parte que las subidas del crudo no se hayan trasladado, por ahora, a los precios de consumo finales. Será cuestión de tiempo ver su impacto sobre la inflación.
Otro aspecto positivo que saca a la luz el alto precio del crudo es la inmunidad que demuestran los mercados bursátiles. Los espléndidos resultados empresariales contribuyen a empujar al alza una Bolsa impermeable, por ahora, al shock de precios energético.
Pero la persistencia de precios altos llevará a cambios en las costumbres energéticas de los países, y reorientará las decisiones de inversión. Y aquí aparece un tercer elemento positivo de la escalada del precio: se dibuja el fin de una era energética basada en el crudo.
Una oferta concentrada en zonas inestables -el actual caso de Irán es uno más en una larga lista de sobresaltos-, la dependencia del suministro y su control por unos pocos y los efectos perniciosos sobre el cambio climático determinan la necesidad de acometer una nueva estrategia energética basada en tres pilares: seguridad en el suministro, inversiones eficientes y preservación del medio ambiente. El primer paso se dará con la diversificación de las fuentes de la oferta. Un objetivo que ya se ha marcado la industria. Pero el papel protagonista, más pronto que tarde, lo asumirán las nuevas fuentes de energía sostenible.
El caso de la OPEP, único cártel que campa a sus anchas por la economía internacional, es un ejemplo de las ineficiencias que sustentan el sistema energético mundial y, por tanto, la economía internacional. Sus 11 socios, que controlan casi el 40% de la producción, toman decisiones arbitrarias para una pretendida estabilización de los precios que incumplen de inmediato. La economía del mundo no puede basarse en los esquemas que combate. Por eso es importante alcanzar un funcionamiento de los mercados energéticos en el que actúen adecuadamente las señales de los precios.
La dependencia energética de las economías desarrolladas es su talón de Aquiles. Y esa factura es un aspecto especialmente preocupante en España, el país europeo que más depende del crudo. La política energética será la base de la económica los próximos años. Sólo se irá en la dirección correcta si se abandonan los anticuados esquemas de la era de la energía fósil.