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Tribuna
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Lecciones electorales de Italia y del Perú

A riesgo de error por simplificación, algunas lecciones pueden derivarse de los recientes ejercicios de sufragio en Italia y el Perú. En primer lugar, con relación al populismo, ese fenómeno político, cíclico y tenaz, que a ambas orillas del Atlántico persiste en incomodar y fascinar a los electorados, puede aventurarse que en Europa está en retroceso, sobretodo en su variante de derecha, mientras que en Latinoamérica refuerza el patrón imperante, teñido de nacionalismo y autoritarismo.

Es curioso comprobar cómo en Italia, la cuna del populismo que tan bien supo imitar Juan Domingo Perón, el padre de la familia latinoamericana, al confirmarse la mínima victoria de Romano Prodi en ambas cámaras se ha frenado la era de Berlusconi, arropado por su imperio mediático. Se daría también un nuevo brío al arduo camino de la integración europea, en la que el caballero era un obstáculo, ahora solamente llorado en la Casa Blanca. Bruselas, que no fue nada amable con Prodi, el vencedor de las elecciones, cuando era presidente de la Comisión Europea, respira aliviada.

Por otro lado, también para preocupación de Bush, la ola populista y nacionalista sigue sumando fichas de dominó en América Latina, ahora a la espera de la anticipada victoria de López Obrador en México. Además, la posible elección de Ollanta Humala, que deberá esperar a su ratificación dentro de un mes en segunda vuelta, confirma la mala noticia para todo el movimiento democrático tradicional de América Latina en lo que concierne a la desaparición progresiva e implacable de los partidos tradicionales.

Obsérvese que las dos formaciones que siguieron en las preferencias de voto de los peruanos tienen su base ideológica, por un lado, en la Democracia Cristiana que arropa la candidatura de Lourdes Flores, demasiado escorada hacia la derecha, mientras el APRA de Alan García sigue fiel al ideario socialdemócrata acuñado por el fundador Haya de la Torre. No en vano ha logrado igualar en número de escaños a Humala en el Congreso.

Por lo menos, esta base sigue presente en las dos grandes coaliciones que se han disputado el poder en Italia, y que al mismo tiempo son la clave histórica de la estabilidad europea general y de la evolución de la propia UE. Sin la colaboración de la gran familia socialista que demandaba justicia social y defendía las reivindicaciones laborales propias del Estado de bienestar, y la inteligencia de la Democracia Cristiana que abogaba por el equilibrio de la moderada libertad económica respetando los derechos básicos, no habría sido posible la paz social que Europa ha disfrutado desde la Segunda Guerra Mundial. Cuando un sector u otro se ha desmandado, la corrección ha llegado rauda. Es una de las lecciones de Italia, cansada del autoritarismo mediático de Berlusconi.

En América Latina, curiosamente, esa colaboración entre las dos grandes familias europeas sólo sobrevive en Chile, donde gobiernan conjuntamente en la coalición liderada por Michelle Bachelet. En lugar de enfrascarse en una lucha fratricida, hicieron primero frente a la tenacidad pinochetista y ahora han amaestrado a la derecha civilizada, que sabe sabiamente que no tiene otro futuro mejor que su lealtad a la democracia.

En Perú, de momento, habrá que esperar a la evolución de esta nueva formación populista, que en lugar de asemejarse al experimento de Hugo Chávez en Venezuela, parece impelida por la nostalgia del régimen militar de Velasco Alvarado en los sesenta. Mientras habrá que esperar a la segunda vuelta, la clave estará en cómo se comporta el amplio sector que tenazmente no le ha dado el 50% de los votos a Humala. La brecha ideológica entre apristas y conservadores no augura nada bueno en cuanto a ejercer una oposición firme y efectiva ante las probables y temidas medidas populistas y radicales del ex militar que reclama raíces indígenas. Es dudoso el respaldo mutuo que los seguidores de García y Flores puedan darse cuando solamente uno compita con Humala. Naturalmente, el panorama también dependerá de lo inteligentemente que responda la Casa Blanca ante la más que posible victoria final de Humala. A la vista de la experiencia de la actuación ante Chávez, las predicciones no son buenas.

Regresando a Italia, el resultado quizá sirva de lección a la izquierda para lograr una cohesión necesaria que evite, por menos por un periodo tan largo como el disfrutado por Berlusconi, la inestabilidad, tan innecesaria en un país clave para la UE en una fase difícil de su historia. De igual manera que se dice y asume que no hay UE sin Francia y Alemania, tampoco tiene sentido sin el protagonismo eficaz de media docena de otros países, como Italia, España, Polonia y, siempre, el Reino Unido en su peculiar papel.

Quién sabe. Después de un mediocre paso por la Comisión, il professore Prodi tiene ahora una oportunidad dorada de redimirse en Europa. De Humala se ignora todo: nunca elegido, golpista en ciernes, es un enigma. Y, naturalmente, Italia no es Perú.

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