Confundir el deseo con la realidad
Cíclicamente, y por diferentes razones, los Gobiernos tienden a cuestionar la madurez de la sociedad, de los agentes sociales, de las empresas e, incluso de los ciudadanos. Primero se diagnostica algún tipo de mal, a veces incluso 'incurable', para después extender una receta con un tratamiento, obligatorio, que remediará todos los males.
Sin menoscabar la obligación del Estado de llegar donde la sociedad por sí sola no llega o viene arrastrando los pies, algo parecido sucede ahora con la equiparación de la mujer y el proyecto de Ley de Igualdad. Un nuevo tratamiento, obligatorio, para solucionar lo que las empresas o los ciudadanos, por si solos, 'no serían capaces de arreglar'. Pero este diagnóstico no es del todo cierto.
Soy altamente partidaria de la incorporación plena de la mujer al ámbito laboral por los efectos positivos que produce en las empresas, pero, a veces, el deseo se queda en voluntarismo y la realidad va por otro lado. Por mucho que se empeñe un Gobierno, y éste es bastante persistente (lo cual no deja de ser una virtud), no se va a poder corregir de golpe lo que viene siendo una realidad histórica en nuestro país, y lo que sí puede producirse es una reacción no deseada por el legislador: aumentar los costes y disminuir la competitividad de las empresas.
Desde 1996, más de tres millones de mujeres se han incorporado al mercado de trabajo, y el paro femenino se ha reducido desde casi el 30% hasta situarse por debajo del 12%. Y esto se ha hecho en 10 años y sin una Ley 'obligatoria'. ¿Considera el Gobierno o la sociedad que es poco?
Me gustaría contestar con otra pregunta ¿Cuánto tarda un profesional, da lo mismo que sea hombre o mujer, en acceder a los puestos directivos de su organización? A mí me ha costado casi 15 años, y en los casos que conozco, en varios sectores, ninguno baja de los 10 años. Y les puedo asegurar que da lo mismo el sexo de los futuros directivos. Si se quiere llegar a lo más alto en una profesión, 10 o 12 años no te los quita nadie, seas hombre o mujer.
El avance de los últimos 10 años al que me he referido antes no es suficiente, pero es un avance que marca tendencia. Las cuotas impuestas no son garantía de éxito. El Gobierno defiende el acceso de la mujer y yo soy más partidaria de la permanencia. El primero se impone, y lo normal es que dure poco, el segundo se logra, se defiende y te acompaña durante toda la vida, con independencia de que estés en un puesto directivo o no.
¿Es necesaria la discriminación positiva? Sí, por supuesto, pero no en el acceso al mundo laboral, sino en el ámbito de la protección de la maternidad y, sobre todo, en el terreno de la formación. La apuesta por la mujer debe expresarse en garantizar que hombres y mujeres lleguen en igualdad de condiciones. Da lo mismo que sea a un puesto directivo que a un puesto administrativo, o de cualquier otro tipo. Uno no nace presidente de nada, sino que se hace presidente. Y entre presidenta y presidente, en la mayoría de los casos que yo conozco, no hay una cuestión de género, sino de formación y capacitación profesional.
Desde mi ámbito, aplaudiré cualquier iniciativa pública para garantizar, e incluso sobreproteger, el acceso de la mujer a la formación. A igualdad de formación, igualdad de oportunidades. A igualdad de oportunidades, más ventaja para la mujer porque está demostrado que tenemos una capacidad de gestionar distinta a la de los hombres. Distinta no significa necesariamente mejor, pero la experiencia de todos los ámbitos en el que el primer ejecutivo es una mujer ya nos indica bastante sobre este asunto.
Si las mujeres se han incorporado al mercado laboral prácticamente anteayer, no podemos pretender que hoy estemos en la primera línea de fuego. Nos costará los mismos 15 años que a los hombres, y aún así, habrá muchas que no lo lograremos, exactamente igual que los hombres. Todavía no han pasado esos 15 años que, para muchos y muchas serán 10 y para muchos y muchas serán 25 o nunca. Pero así funciona el mercado. Me gustaría decir que 'sólo los buenos llegan arriba', pero, 'así funciona el mercado', y tampoco sería muy exacto. Llegan los que llegan, y lo que hay que pelear es para que en la parrilla de salida estén, al menos, tantas mujeres como hombres. O que, al menos, las mujeres que estén, sean las que sean, estén tan preparadas como los hombres.
Las cuotas cremallera no garantizan la igualdad, es confundir el deseo con la realidad. La verdadera igualdad no está en conquistar los sitios, sino en estar preparado para conquistarlos. Lo que gratis se recibe, gratis se pierde. Lo que cuesta se conserva, se dosifica, se gestiona y se protege como el verdadero tesoro que es.