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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tipos de interés para España

Las últimas subidas de tipos de interés en la zona euro, de medio punto desde diciembre pasado, cuestan una media de 40 euros al mes a las familias que tienen pendientes pagos hipotecarios. Además, para uno de cada dos hogares el cambio de tendencia de la política monetaria supondrá un endurecimiento de sus condiciones de financiación, puesto que han contratado su hipoteca en las condiciones más expansivas de la historia, con un precio oficial del dinero en el 2%.

Pero podría ser peor. El Banco de España advierte que las condiciones monetarias actuales, con tipos en el 2,5%, siguen siendo excesivamente expansivas. Es decir, continúan estimulando más allá de lo razonable la inversión en activos inmobiliarios, calientan el consumo interno, y, en definitiva, engordan los tres desequilibrios peligrosos de la economía: inflación, endeudamiento familiar y déficit corriente.

Por ello considera, con un criterio técnicamente impecable, que los tipos de interés que equilibrarían las variables en España deberían estar dos puntos por encima de donde están. Eso supone casi duplicar el precio del dinero para enfriar la demanda. Lógicamente, es una receta que se quedará en el limbo, puesto que el BCE no provincializa su política monetaria, y su labor es buscar el tipo adecuado para hacer compatible el estímulo al crecimiento con un severo control de las tensiones de precios que, a su vez, sea adecuado a la actividad en Alemania, España, Irlanda o Grecia.

Pero el mensaje subliminal del banco apunta a una serie de políticas, por supuesto gubernamentales, que deben compensar aquello que la expansión monetaria no puede corregir o que incluso agrava. La liberalización de los mercados de bienes y servicios (suelo, energía, distribución) para enfriar el precio de las casas y corregir la inflación en los servicios. Y una política fiscal que reste capacidad de consumo interno, utilizando cualquiera de las dos vías tradicionales posibles: menos gasto público, o más ingresos públicos, pues los dos caminos llevan a un superávit más generoso.

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