Orden en el Intercontinental
Su guarida es un espacio reducido y elegante. Pasa poco tiempo allí Alfonso Jordán, director del hotel Intercontinental Madrid, que prefiere campar a sus anchas por todo el recinto. Lo necesita, es algo vital para él. Y asegura que su despacho es todo el hotel. 'Necesito el contacto con la gente que trabaja aquí, con los clientes'. Es más, en función de ellos reparte su agenda. Durante las mañanas está al pie del cañón, controlando que todo esté en su sitio, 'y que todos cumplan sus objetivos'. Suele comer en el restaurante y, por supuesto, siempre tiene una palabra para sus clientes. Ya por la tarde se encierra en su despacho a revisar papeles y atender asuntos pendientes, sobre todo ahora que acaba de estrenar un nuevo cargo. Después de dos años, la compañía le ha reconocido que 'puede ser algo más que un director de hotel' y le ha ofrecido la responsabilidad de la marca Intercontinental en España. 'Es un gran espaldarazo porque yo necesito ilusionarme todos los días, y si algo me gusta es apoyar las ideas de los demás. Apoyo a los míos a muerte'.
Alfonso Jordán nació en Rupiá (Gerona) hace 61 años. Aunque abandonó su pueblo cuando era un adolescente para estudiar hostelería, no olvida sus orígenes. Es más, los tiene siempre presentes. De las paredes tostadas de su despacho cuelgan pinturas del Pirineo catalán y de la iglesia de su pueblo, otro cuadro pintado por su hijo Alfonso, que ha decidido seguir sus pasos en el sector de la hostelería y que él espera se convierta en un gran profesional.
Sabe lo que es el esfuerzo por conseguir aquello que se desea. De hecho, su vida siempre se ha marcado por el cumplimiento de objetivos. Su trayectoria así lo demuestra. A los 12 años fregaba platos y servía mesas en un restaurante de su tierra. De ahí pasó al Hostal La Gavina (Costa Brava), y con 16 años hizo la maleta y viajó a Suiza a trabajar de camarero. Nunca ha olvidado los consejos que le dio, antes de partir, su jefe: 'Si estudiaba, me aplicaba y aprendía, algún día llegaría a director de La Gavina'. Así lo hizo. No ha escatimado ni esfuerzo ni tiempo a la formación. Incluso muestra con orgullo el certificado de haber realizado un programa de alta dirección en el IESE. 'Es la única manera de avanzar'. Se preocupa tanto por este detalle, que hasta ha montado una escuela de formación en el InterContinental, en la que se impartirán cursos al personal del hotel y a desempleados que seleccione la Comunidad de Madrid. Con 25 años, después de trabajar en todos los departamentos de un hotel llegó a ser director del San Jorge en Playa de Aro. Más tarde, cumplió su sueño de regresar como máximo directivo a La Gavina. Allí estuvo hasta la muerte del propietario. Fue un pacto. 'Me lo enseñó todo, el gusto por el detalle, la exigencia por la cocina'. Porque si algo tiene Alfonso Jordán, un hombre de complexión fuerte y muy coqueto, es un amplio sentido de la lealtad y de la amistad. Siempre dispuesto a hacer un favor, le gusta ayudar a la gente y tal vez por un exceso de paternalismo, muchas veces puede llegar a entenderse mal su grado de exigencia. Quiere que todo esté perfecto y que todo el personal que trabaja con él sea igual de exigente. 'Yo me entrego en el trabajo y quiero que todo el mundo lo haga también. Puede que muchas veces haya malentendidos, pero no me gusta levantar la voz. Lo que quiero es que la gente se implique con lo que hace, que el trabajo no sean sólo ocho horas, que sea algo más'. Y si en algo les insiste es en que se preocupen por la formación, 'sin ella no hay futuro'. Porque nada le gustaría más a Jordán que todos puestos del hotel se cubrieran con promociones. Confiesa que es un maniático del orden, la limpieza y el mantenimiento. 'No puedo soportar ver las paredes rayadas o puertas con golpes. Miro las cosas con detenimiento. Yo ando y veo', explica. Y por medio mundo anduvo este ejecutivo hasta que recaló en el Hotel Ritz de Madrid, de donde salió cuando la compañía fue comprada por Orient Express. Hasta que llegó al InterContinental no estuvo parado en ningún momento. Dirigió algunos proyectos. Y recomienda que nadie se vaya de un trabajo sin tener otro.
'Me entrego en el trabajo y quiero que todo el mundo lo haga también. Deseo que la gente se implique con lo que hace'
La familia, siempre presente
En un espacio destacado del despacho, Alfonso Jordán cuelga un repertorio de fotografías de su familia. Al lado tiene también varias instantáneas en las que aparece el Rey Juan Carlos. Son especiales porque en esa visita de los Reyes de España al Hotel Ritz, su director le comunicó a Su Majestad que abandonaba el hotel. 'Para mí fue un momento muy importante'. Además de que confiesa que es un profundo monárquico, su vinculación con la Casa Real está justificada porque durante años fue responsable de la parte gastronómica del Palacio del Pardo. Otro recuerdo muy especial es un dibujo que le regalaron sus hijos cuando cumplió los 50. 'Me recuerda una época de mi vida. Me pintaron unos patos, que era de lo que vivíamos cuando yo era pequeño'.Trabaja más de 10 horas al día, pero asegura que con los años ha aprendido a delegar, aunque tiene responsabilidad las 24 horas del día. Le gusta descubrir pueblos y rutas gastronómicas, acompañado de su familia, pero también dedicarle tiempo a la Fundación de Ayuda a los Animales (FAA) que preside su esposa, Annie, dedicada a dar apoyo y ayuda a los refugios que recogen perros abandonados.