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La opinión del experto

Lo que cuesta afrontar cambios

Antonio Cancelo explica la labor pedagógica que tienen para los ejecutivos las reuniones colectivas o sectoriales para darse cuenta de que existen otras realidades al margen de las suyas

Los días 2 y 3 de marzo se celebró en Santiago de Compostela el quinto Congreso del Cooperativismo Agrario, con un estupendo nivel de organización, tanto por el número de delegados, alrededor de 600, como por el respaldo de las autoridades al acto, ya que la inauguración estuvo presidida por los Príncipes de España, con la asistencia del presidente de la Xunta de Galicia y de la ministra de Agricultura. El lema que presidía el congreso, Compartiendo oportunidades, alude con claridad a la conveniencia, mejor exigencia, de romper el tradicional individualismo, buscando formas de cooperación que permitan adecuar la respuesta cooperativa a un entorno que ya se ha modificado profundamente, pero que lo hará en mayor medida en los próximos años.

El sector agrario en general, y, como parte importante del mismo, las cooperativas, se encuentra frente a un reto de considerable magnitud que debe afrontar con decisión, pero también con prontitud, pues el ritmo al que se vienen sucediendo los acontecimientos deja poco espacio para las dilaciones, y sólo los que sean capaces de abordar los cambios necesarios con la debida diligencia podrán contemplar el futuro con esperanza. Como se puso de manifiesto a través de las exposiciones de los primeros ponentes, las directrices emanadas tanto de la Organización Mundial del Comercio como de los organismos europeos anuncian un camino sin retorno hacia una mayor liberalización del sector, disminución de las ayudas y cambio de orientación de las que permanezcan. En definitiva, las cooperativas se verán confrontadas al mercado, dependiendo su pervivencia y su éxito de la capacidad que demuestren para situar sus productos en el mercado en términos competitivos.

A estas circunstancias, que endurecen sobremanera las condiciones históricas, se une la incorporación a la oferta de nuevos países, propiciada por la disminución de las barreras de entrada, pero también por sus indudables mejoras en el terreno de la producción y de la organización, libres en algunos casos de taras derivadas de la tradición que les permiten desarrollar sus proyectos desde un claro enfoque empresarial. Si observamos el sector de la alimentación desde una perspectiva vertical, podemos comprobar que tanto por abajo, productores de inputs, como por arriba, distribuidores, son sectores que llevan años en los que han acometido profundas transformaciones, abordando procesos de internacionalización, concentración empresarial, etc., que no han sido acompañados por decisiones equivalentes en el mundo de la producción agraria y ganadera. Como las transformaciones señaladas se vienen produciendo desde hace tiempo, y no harán si no acelerarse en el próximo futuro, bueno será que los directivos de las cooperativas agrarias sean capaces de descubrir las oportunidades que se les ofrecen en los nuevos entornos y afronten con decisión los cambios necesarios, que en cualquier caso exigirán un profundo reajuste de los modelos tradicionales.

Algunos directivos entienden perfectamente que el soporte sobre el que se cimentará el futuro de su empresa está menos en Bruselas y en la OMC que dentro de su propia cooperativa, que es la que debe afrontar los cambios necesarios para satisfacer las expectativas de sus clientes, único camino para dar repuesta a las aspiraciones de sus socios, los agricultores, fortalecer el proyecto empresarial y consolidar un modo de vida atractivo en el medio rural. Otros directivos, más timoratos, o menos convencidos de la posibilidad de movilizar a sus socios hacia formulaciones rupturistas que van a trastocar las convicciones en las que han fundado sus vidas, pretenderán alargar las posibilidades de un modelo agotado y, seguramente, cuando se vean inexorablemente abocados a plantear alternativas de cambio será demasiado tarde. Si algo nos comunica el entorno con claridad meridiana es que no hay nadie absolutamente imprescindible y que en un mundo en el que la única variable fija es el cambio, el que se empeñe en negarlo acabará por desaparecer, independientemente de la honradez de sus propósitos y de la bondad de sus socios.

Como el aprovechamiento de las oportunidades supone el abandono de culturas fuertemente arraigadas y la ruptura con modos de hacer mantenidos durante generaciones, harán falta líderes con credibilidad y entereza, ya que los procesos que exigen modificaciones en las cuotas de poder, y a éste le resultan imprescindibles, ofrecen fuertes resistencias por parte de aquellos que no están dispuestos renunciar a nada que afecte a su estatus.

Lo peor de los congresos comienza el día después, cuando cada uno vuelve a su realidad más cercana y contempla la gran tarea transformadora que le aguarda, a veces desde una sensación de aislamiento y soledad que espanta, y, desde luego, desde la convicción de que es a él a quien le corresponde la tarea de iniciar y sostener el proyecto de cambio. Después de valorar el tono positivo y exigente del congreso y de mantener multitud de contactos con diferentes directivos me siento esperanzado, si no respecto al futuro de la agricultura como conjunto, sí ante la posibilidad de desarrollar algunos proyectos singulares de empresas pujantes, perfectamente organizadas y claramente competitivas en los mercados abiertos en los que tienen que actuar. Para que esos proyectos potenciales se transformen en realidades tangibles tendrán que interpretar el 'compartiendo oportunidades' de una forma integral, es decir, incorporando al compartir todas las facetas de la empresa y no sólo algunas aisladas, sin olvidar el ámbito de las decisiones, sobre todo estratégicas, que deberán ser la esencia de los proyectos compartidos.

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