La alta tecnología al servicio de la seguridad
Dos son las razones que motorizan el avance biométrico: la seguridad de los países y el control de su inmigración. Ello implica, por un lado, identificar con plena seguridad a todos los ciudadanos y por otro, controlar la identidad en todas las entradas y salidas de las fronteras de un país. Por ello, la tecnología biométrica está asociada a los documentos de identificación. A partir de ahí se abren enormes posibilidades asociadas.
Los rasgos biométricos como las huellas dactilares, el iris, la geometría facial, la red vascular de la mano, etcétera permiten identificar de forma única a un individuo. Pero la toma inicial de la información debe hacerse con tal precisión y calidad que, a partir de ahí, la identificación posterior sea segura, sin falsos rechazos y de forma rápida y sencilla. Las claves, las tarjetas, los documentos pueden ser robados y alterados, pero la información biométrica capturada en vivo para la emisión de un documento o el paso de un control no.
En el futuro pasaporte electrónico (previsto para finales de agosto de este año) se incorporará un chip con una antena entre la textura de la contraportada, se grabará la fotografía digitalizada como información biométrica común a todos los países y, adicionalmente, otro dato biométrico, que en el caso de EE UU será el iris y en Europa será la huella dactilar. Dentro del chip y mediante una clave que impide su posible alteración, irá toda la información encriptada, de forma que se asegure la identidad personal en el primer punto de control: la generación de la primera emisión del documento al ciudadano. Hay que tener en cuenta que los infractores procuran manipular los certificados de nacimiento, empadronamiento, cambios de apellido, etcétera para conseguir un documento de identificación genuino (emitido por una autoridad oficial) con otra identidad personal y, a partir de ahí, los delitos sólo podrán ser detectados a través de la biometría.
La biometría en los aeropuertos fortalecerá aún más la seguridad de las fronteras internacionales, porque asegurará a la vez la autenticidad del documento y que el portador es, efectivamente, el titular, sin inmiscuirse en su vida privada. 250 millones de extranjeros entran cada año en EE UU con visados.
La Organización de Aviación Civil (ICAO) es el organismo encargado de normalizar los datos (biográficos y biométricos) en los documentos de viaje para que exista un mínimo de interoperabilidad en su lectura para los controles de identidad.
Los aeropuertos son los puntos donde se está incorporando exponencialmente y a modo de prueba los controles biométricos. De ese modo, en las terminales 2 y 4 de Heathrow (Londres), así como en los también británicos de Gatwick, Birmingham, Manchester y Stansted se está probando el iris para el entrada y salida automática de viajeros vip, que previamente han sido registrados para evitar las esperas y controles tradicionales. Lo mismo sucede en el parisino de Charles de Gaulle, donde se ha probado en la terminal F2 un sistema piloto biométrico en los puestos de la Policía de las Fronteras. En este caso, el cliente pone su tarjeta y uno de sus dos índices previamente registrados en alguna de las dos cabinas de control de paso y la puerta se abre y cierra automáticamente en caso de verificación correcta. En otro caso, se abre una puerta lateral para el paso manual tradicional.
En los Emiratos Árabes, los pasajeros deben registrar su iris para cruzar la frontera. Es un sistema que se emplea para impedir que oculten su identidad los cerca de 420.000 inmigrantes que han sido expulsados del país y de cuyos ojos se guarda una imagen en una base de datos. En cambio, en el aeropuerto israelí de Ben Gurion se utiliza la estructura de la mano como factor biométrico para identificar de forma rápida a los viajeros frecuentes que, por ello, se benefician de diversos privilegios.
Lufthansa ha probado los embarques a través de una tecnología que coteja las huellas dactilares de los viajeros con sus pasajes. Con este procedimiento, la compañía alemana espera que subir a un avión sea más seguro, rápido y barato. Cuando el pasajero se presenta en el mostrador de la aerolínea permite que se escaneen las yemas de los dedos. La impresión de sus huellas se convierte en un código de barras que, a su vez, se imprime en la tarjeta de embarque biométrica, que es verificada con un lector antes de que el viajero acceda al avión. Japan Airlines (JAL) ha utilizado el reconocimiento del iris del ojo de modo experimental en los aeropuertos de Tokio y Seúl con pasajeros voluntarios, en el marco del programa e-airport (aeropuerto electrónico) realizado por su Ministerio de Transportes.
Como se aprecia, muchas iniciativas biométricas diferentes pretenden ofrecer la mayor seguridad que actualmente se puede dar. El problema se presenta cuando un ciudadano viaja por varios países y aeropuertos con diversas compañías y tiene que registrar diferentes datos biométricos en cada uno de ellos para conseguir mayor seguridad.