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Tribuna
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La sombra del Maestro es alargada

Todos sabíamos que Mr. Bernanke no lo iba a tener fácil a la sombra del Maestro pero, una vez más, la realidad ha superado a la ficción.

La sociedad civil norteamericana adolece de falta de aristocracia y monarquía, carencia que suele suplir con fortunas personales y mitos rescatados del entorno económico financiero. La longevidad de Alan Greenspan y su largo reinado en la Reserva Federal (Fed) han favorecido la construcción de un aura sobre su persona que recuerda a los mejores tiempos de la saga Kennedy. Con este pedigrí, el reto a cubrir por el sucesor es harto difícil, fuera quien fuere.

En los manuales de liderazgo se nos explica con detalle la diferencia entre el poder (que suele venir anexo al cargo) y la autoridad (del griego autoritas, vinculada al ámbito moral, y relacionada más bien con el respeto y la consideración de la persona en sí misma, por encima de una categoría o jerarquía profesional.

Principalmente en el ámbito de la política, son numerosos los casos en los que personalidades públicas, tras su jubilación, realizan apariciones, más o menos relacionadas con su profesión, ocasionando distorsiones en la actividad de los sucesores y generando incluso más morbo y revolución mediática que durante su vida laboral activa.

Sobre todo en EE UU, la publicación de libros o la impartición de conferencias están dentro de las actividades más habituales para estas personalidades, que aprovechan el filón de la fama para alimentar simultáneamente su ego y la cuenta corriente.

El problema con Alan Greenspan, cuyos honorarios actuales por una conferencia de una hora superan su sueldo anual en la Reserva Federal (para que nos hagamos una idea de cómo está de solicitado), es que sus intervenciones generan cambios en los mercados financieros, haciendo luz de gas a las declaraciones de su sucesor, portavoz oficial de las perspectivas macroeconómicas.

No ha pasado todavía un mes desde su despedida oficial de la Fed y su cena privada como invitado estelar de Lehman Brothers, a la que asistieron analistas financieros y gestores de hedge funds, desencadenó al día siguiente una verdadera tormenta bursátil, al interpretar sus declaraciones como un diagnóstico macroeconómico clave sobre crecimiento y tipos de interés.

La reputación de un líder se construye, principalmente, a partir del carisma y la experiencia. El primero es más genético y difícil de aprender en el entorno universitario, que es de donde procede el profesor Ben Bernanke, y el segundo requiere, necesariamente, de tiempo.

Pero para que se dé un líder, lo que necesariamente tiene que tener es seguidores, y la fulminante dimisión del vicepresidente Roger Ferguson, cuyo mandato expiraba en enero de 2014, único afroamericano y demócrata dentro del actual equipo de gobierno en la Fed, con carácter previo a la primera reunión del Comité Federal de Mercado Abierto es un duro golpe para la credibilidad de Bernanke. Máxime cuando este vicepresidente (antiguo consultor de McKinsey) fue clave en el equipo de Greenspan tras el 11-S, habida cuenta de que el presidente de la Fed se encontraba accidentalmente fuera de EE UU durante el ataque terrorista.

En este contexto, parece, pues, que la prudencia y el sentido común aconsejan al Maestro a reducir sus apariciones en público por respecto a su delfín, al menos hasta que haya construido una personalidad propia. Sin embargo, el hecho de que Greenspan desaparezca temporalmente de la vida pública podría reforzar su leyenda y no garantiza que el sucesor sepa escalar en popularidad, superando su cliché de técnico.

Si el Maestro, por el contrario, decidiera seguir haciendo apariciones, resultará difícil, dada su condición de brújula reputada y la expectación general suscitada en la sociedad bursátil norteamericana, encontrar temas que no den señales al mercado, ávido de leer entre líneas y escéptico ante los capitanes de barco recién llegados. La sombra del ciprés es, una vez más, demasiado alargada.

Artículo aparte merecería analizar la candidatura de Greenspan como asesor del Banco Central Europeo, dado el escaso éxito de todos sus dirigentes hasta la fecha, a la hora de ser considerados líderes, ni sus declaraciones relevantes para los mercados financieros.

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