Inmigración ordenada
Se cumple un año de la regularización extraordinaria de inmigrantes que permitió normalizar la situación de 573.000 trabajadores hasta entonces sin papeles. El proceso resultó controvertido, pero sirvió para aflorar una gran bolsa de economía sumergida, lo que tiene efectos positivos para el sistema económico y para la convivencia, y además ayuda, vía impuestos y cotizaciones, a sostener los sistemas públicos de protección social. No puede ponerse en duda que la larga etapa de crecimiento económico que vive España desde 1994 se apoya en buena parte en el esfuerzo de los trabajadores extranjeros. La sociedad española ha absorbido estos años un flujo de inmigrantes sin precedentes. Sería ingenuo negar que el fenómeno, por su rapidez, ha implicado también tensiones sociales y problemas de integración.
Una de las críticas hechas al proceso de regularización fue la del efecto llamada. Lo cierto es que el gran imán de la inmigración es la prosperidad, dada la brecha económica entre norte y sur. Si se le ofrece trabajo, aun precario, el inmigrante viene por una u otra vía, como demuestra el hecho de que las sucesivas reformas legales del PP no frenaron la mayor oleada migratoria de la historia. Esto no impide pensar que puede y debe mejorarse el control de las fronteras. Por ejemplo, se ha reducido el tráfico de pateras en el Estrecho por la mayor vigilancia. Pero pensar en fronteras totalmente selladas en el mundo actual no es realista.
Todos los Gobiernos dicen que su regularización será la última. Pero, según cálculos elaborados a partir del censo y otros registros oficiales, queda en España más de un millón de trabajadores extranjeros sin papeles, lo que quiere decir sin derechos básicos. No es sensato esperar que vivan indefinidamente en la clandestinidad. La única política razonable pasa por reprimir la economía sumergida, que encubre situaciones de abierta explotación, y a la vez tratar de ordenar desde el Estado y las empresas una inmigración adecuada a las necesidades del país y con plenas garantías. No hay soluciones sencillas para fenómenos tan complejos.