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Directivos

Sencillez y orden en GTM

Un ordenador le basta a Eduardo Otero, madrileño de 46 años y presidente de la constructora GTM, para trabajar. De lo que sí se preocupa es de trabajar en un ambiente distendido, aunque sabe que la dimensión que ha ido tomando la compañía hace cada día más compleja su gestión. En estos momentos cuentan con una plantilla de 295 personas trabajando en España, 'y llega un momento en el que pierdes el contacto con todos. Al principio éramos 12 personas y era todo mucho más manejable'. A pesar de ello, lo que tampoco han descuidado, según relata Otero, es la integración de los empleados al entramado de la compañía. De hecho, diseñaron un plan para integrar a los trabajadores al accionariado de GTM. 'Fue una decisión que tomamos cuando ampliamos capital, y es una manera de retener y fidelizar a los que trabajan con nosotros. La gente se siente motivada, y los que son socios se sienten muy implicados'. El accionariado está compuesto por 25 socios, todos trabajadores de la compañía.

La rotación es algo que parece preocupar a Eduardo Otero, un hombre que a lo largo de la entrevista demuestra coherencia, pero sobre todo maneras tranquilas. Siempre habla en plural porque asegura que las decisiones siempre las toma colegiadas con el resto del equipo directivo. 'Hemos procurado cuidar el ambiente, y muchos de los que trabajan en la compañía han rechazado ofertas muy superiores por parte del mercado por trabajar con nosotros. Eso se consigue haciendo una buena política empresarial'.

Se considera un ejecutivo dialogante, cuyo despacho permanece siempre abierto. 'No somos una empresa en la que por los fallos se tomen represalias. Si te equivocas lo puedes decir, porque lo único que intentamos es que no vuelva a suceder'. La tranquilidad es una de sus herramientas de trabajo. También se confiesa ordenado. 'Lo tengo que tener todo en orden, pero no sólo el despacho. Hago mis tablas de excel para tener los datos cuantificados. Me gusta llevar este control'.

'El cargo de director general no lo quiere nadie porque es un puesto en el que se viven situaciones de tensión a diario'

También tienen un sistema de dirección compartida, de manera que él y su socio y también fundador de la compañía van rotando en los puestos directivos. A Otero le toca ejercer desde hace cuatro años como presidente y director general y Javier Cirac como consejero delegado. 'æpermil;l es una persona más estratégica y yo creo que soy más resolutivo. Nos complementamos en el trabajo, pero además somos amigos. Lo que queremos que es que no se nos suban los cargos a la cabeza'. A él le quedan entre uno y tres años en el cargo. 'Lo bueno es que director general no quiere ser nadie porque es un puesto en el que se viven situaciones de tensión y problemas diarios. Es más cómodo ser consejero delegado', afirma.

Esta rotación vino impuesta, en parte, por la crisis que vivió el sector tecnológico hace un lustro y que les llevó a una búsqueda de nuevos clientes y a no centrarse en un sólo sector. Anteriormente, entre el 60 y el 80% del negocio de GTM provenía de las telecomunicaciones, mientras que en estos momentos este porcentaje es del 20%. Ahora trabajan con entidades bancarias, han realizado la central de proceso de datos del Santander en Boadilla del Monte (Madrid), centros comerciales y de ocio, gimnasios o laboratorios. También se están adentrando en la construcción de viviendas. La estrategia de la compañía, en palabras de Otero, pasa por adquirir terrenos en zonas periféricas para los más jóvenes, y en la costa para el mercado de Centroeuropa. 'El sector se ha ralentizado y queremos abrir nuevos mercados'.

Eduardo Otero es ingeniero superior industrial y su trayectoria siempre ha estado ligada a empresas que desarrollan proyectos con un alto componente tecnológico. Ha sido, entre otros cargos, consejero delegado de la compañía de arquitectura ARC, director general adjunto de Celca Ingenieros y jefe del departamento técnico de Refyca.

Sus hijos, la mejor compañía en el trabajo

Su despacho es sencillo, sin ninguna estridencia. Lo que le da calor al espacio son las fotografías de sus cuatro hijos, por los que siente auténtica devoción, aunque reconoce que, a veces por exceso de trabajo, no les dedica el tiempo que le gustaría.Eduardo Otero asegura que, a pesar de trabajar más de 12 horas al día, no le queda más remedio que llevar tareas pendientes a casa. 'Considero que trabajo pocas horas porque no me da tiempo a hacer todo lo que tengo para hacer. Es muy difícil desconectar'. Trabaja en un espacio industrial, un antiguo almacén de material eléctrico, situado en una zona residencial al sur de Madrid.La decoración es bastante austera. Guarda algún regalo de empresa encima de la mesa, libros de consulta sobre temas financieros y de gestión. Pero lo más valioso, recalca, son los retratos de sus pequeños. Desde que es director general no trabaja con música, porque necesita demasiada concentración, aunque asegura que es capaz de hacer varias cosas a la vez.

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