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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fortalezas y riesgos en China

China se consolida como la gran potencia emergente gracias a su imbatible potencia exportadora, una irrupción que está alterando el mapa económico mundial y obligando a replantear el futuro de sectores enteros en Occidente. Según los últimos datos oficiales conocidos ayer, el superávit comercial chino se triplicó el pasado año hasta alcanzar los 102.000 millones de dólares, tras aumentar las exportaciones a un ritmo anual del 28%.

El dato refleja en buena medida la elevada competitividad de la economía china, a la que ayuda el gran dinamismo de sus empresas, el desembarco de las multinacionales, los bajos costes de producción y también -o sobre todo- un tipo de cambio para su moneda que se considera artificialmente bajo, en perjuicio de EE UU, Europa y Japón. Las presiones de las otras grandes potencias para que Pekín permita una flexibilización de sus tipos de cambio, todavía intervenidos por el Gobierno, no han surtido el efecto deseado. China anunció que vincularía el yuan a una cesta de monedas, y no en exclusiva al dólar, y permitió una leve apreciación de algo más del 2%, pero el nuevo sistema está muy lejos de la libre cotización. Una revaluación del yuan, según los analistas, ayudaría a evitar tensiones como las que han llevado a la UE a estudiar denuncias en la OMC o al Senado estadounidense a amenazar con nuevos aranceles. E incluso ayudaría a Pekín a equilibrar los motores de la economía china.

Aunque la exportación siga fuerte, el superávit comercial chino debe tender a moderarse este año, dado que las autoridades pretenden estimular la demanda interna y, por lo tanto, las importaciones. Pero nada es del todo previsible en la desbocada economía china. El crecimiento económico ronda el 10% anual, lo que ha convertido al país en una gran oportunidad para distintos negocios. Pero las amenazas no son menores: la fragilidad del sistema financiero, un gran desequilibrio en el reparto de la prosperidad, la elevada discrecionalidad de las autoridades y la falta de reformas que apunten hacia la democracia y la transparencia.

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