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Tribuna
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Los cielos no esperan

Atenazadas por una competencia dura y un aumento de los costes de explotación, las aerolíneas se ven obligadas a hacer sacrificios. El autor se suma al Debate Abierto sobre el futuro del negocio aéreo y defiende la necesidad de un marco estable en el sector

Millones de personas en todo el mundo utilizan cada día el avión para sus desplazamientos de trabajo o de ocio. Si hasta fechas recientes volar era un lujo, hoy es algo habitual en la vida de muchas familias. En 2004 las aerolíneas transportaron más de 1.800 millones de pasajeros, el sector generó ese mismo año 29 millones de puestos de trabajo en el mundo y el 8% del Producto Interior Bruto (PIB).

Hablamos, pues, de un sector clave en la economía de muchos países por su capacidad para generar empleo y riqueza. En España el transporte aéreo da soporte a nuestra principal industria, el turismo, que representa el 11,3% del PIB; el volumen de negocio de las aerolíneas asciende a cerca de 8.000 millones de euros, e impulsa la construcción de importantes infraestructuras, cuya repercusión económica y social va más allá de la propia obra civil. Baste como ejemplo señalar que el aeropuerto de Barajas es el mayor centro de trabajo de toda la Comunidad de Madrid.

La industria del transporte aéreo descansa en la rentabilidad de las aerolíneas. Y conviene recordar que el margen medio de explotación de las compañías aéreas se sitúa entre el 2% y el 6%, según el ciclo económico. Un margen muy estrecho, que condiciona la capacidad de respuesta ante los cambios estructurales del mercado y coyunturas geopolíticas adversas (guerras, terrorismo, catástrofes naturales, etcétera).

En nuestro país el mercado en el que operaban hasta fechas recientes las grandes aerolíneas está desapareciendo. La irrupción de los operadores de bajo coste (OBC), cuya cuota ha pasado en un tiempo récord del 4% al 35%, ha obligado a las compañías de red a disminuir costes comerciales y operativos, homogeneizar la flota, mejorar la productividad y analizar la rentabilidad de sus rutas. El mercado impone cambios a los que hay que adaptarse si se quiere continuar en él

El precio del crudo se ha multiplicado desde los 20 dólares en enero de 2002, hasta oscilar entre los 60 y 70 dólares de los últimos meses: ¡más del 300% en menos de cuatro años! El combustible representa ahora el 25% de los costes operativos de las aerolíneas, frente al 14% de 2003. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) prevé que las aerolíneas perderán 8.800 millones de euros en 2005. Las pérdidas en 2004 ascendieron a 4.800 millones.

A ello hay que añadir que los costes regulados (navegación, tasas aeroportuarias y control de tráfico aéreo), cuyo control escapa igualmente a las aerolíneas, han experimentado en los últimos años subidas anuales muy superiores al IPC.

En el momento de redactar estas líneas la Unión Europea y los Estados Unidos se preparan para una nueva ronda de conversaciones sobre cielos abiertos a celebrar en Washington. El objetivo de estas conversaciones es conseguir un acuerdo global que cree un mercado trasatlántico sin las limitaciones que hoy existen.

Avanzar en este acuerdo, y a la vez hacer realidad en Europa el cielo único, que permita una gestión unificada del espacio aéreo común, modificará sin duda el escenario en el que hoy se mueven las aerolíneas europeas, en franca desventaja respecto a las norteamericanas. Las principales aerolíneas estadounidenses operan en los mercados internacionales bajo el paraguas de una ley de quiebras, gracias a la cual eluden hacer frente a deudas millonarias.

Las líneas aéreas españolas, a diferentes velocidades, están haciendo frente a este panorama ciertamente inquietante con iniciativas no exentas de importantes sacrificios. Las aerolíneas que conforman la Asociación de Compañías Españolas de Transporte Aéreo (Aceta), que representan aproximadamente el 85% del mercado español del transporte aéreo, han renovado sus flotas, abierto nuevos mercados y ampliado rutas, reducido costes, y acometido actuaciones que satisfagan la creciente exigencia de sus clientes. Han sido capaces de fortalecerse en medio de grandes dificultades.

Como ya he dicho, las aerolíneas son la base del funcionamiento del transporte aéreo, y éste es un sector de gran trascendencia en la economía española. La configuración de un marco estable, que no distorsione la competencia y asegure el desarrollo del sector, requiere del esfuerzo y compromiso de todos, y muy especialmente de los operadores aéreos y las diferentes administraciones. En Aceta creemos que el diálogo y la colaboración son indispensables en esta tarea. Nuestra experiencia tras casi dos años de existencia así lo confirma. Tarea en la que no caben retrasos, porque los cielos no esperan.

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