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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España gana en una UE dividida

Tras casi dos años de negociaciones y una tensa recta final, la Unión Europea dispone por fin un Presupuesto para 2007-2013. El hecho de que 25 Estados soberanos sean capaces de ponerse de acuerdo para sufragar una caja común de 862.000 millones de euros y pactar los criterios para su reparto ya es un éxito en sí mismo. Pero ese elemento positivo de consenso, intrínseco a la construcción europea, no puede ocultar la cicatería de las partidas aprobadas ni la lamentable suma de intereses nacionales en que se ha convertido la negociación financiera en la UE. Conviene, sin embargo, no confundir el síntoma con la enfermedad. Los Presupuestos son ajustados u holgados en función de los objetivos que se quieran conseguir. Y los aprobados en la madrugada del sábado están hechos a la medida de la falta de ambición política de la actual UE.

Muchos ciudadanos empiezan a ver la UE como un gasto más que como una inversión, y los Gobiernos actuales no parecen tener coraje suficiente para enfrentarse a esa interpretación. Europa, por tanto, tiene Presupuesto, pero sigue igual de desorientada políticamente que anteayer.

La falacia del saldo neto se ha impuesto como baremo para medir el éxito de la negociación, aunque la mayoría de los expertos reconoce que es imposible calcular el valor añadido que aporta a cada socio la mera existencia de la UE. Los que más reclaman un recorte de su contribución (Reino Unido, Holanda o Suecia) albergan grandes multinacionales que se benefician de un mercado de 500 millones de personas sin aranceles, fronteras ni, en los doce del euro, riesgos en el tipo de cambio. La factura de estas ventajas para el que más aporta no llega al 0,45% de su PIB, en un contexto en el que el gasto público asciende al 45% del PIB.

España, que está cada vez más cerca de convertirse en contribuyente neto como consecuencia de su convergencia económica y del ingreso de socios mucho más pobres, no escapa ya a ese debate de los saldos. En 1999, cuando negoció por última vez como país pobre, el Gobierno sólo aireó el montante de fondos obtenidos (unos 90.000 millones de euros). En los nuevos Presupuestos esa cifra baja a unos 70.000 millones. Pero el debate se centra en el saldo presupuestario, que desciende, según el Gobierno, hasta 16.000 millones y, según otros cálculos, hasta 8.000 millones. Es decir, una caída de entre el 66% y el 83% en relación con el período anterior. Algo que la oposición considera una catástrofe.

El Gobierno, sin embargo, ha paliado la pérdida de ingresos que suponía la propuesta inicial de la Comisión. Y España seguirá siendo beneficiaria neta del Presupuesto de la UE hasta 2014, cuando el objetivo de los países ricos (proponían un techo de gasto del 1%) condenaba a España a ser contribuyente neto ya en 2007.

España ha logrado además la victoria sin precedentes de prolongar el Fondo de Cohesión los próximos siete años, aunque ya no cumpla el criterio de elegibilidad (renta por debajo del 90% de la media comunitaria). Y el nuevo fondo específico para incentivar la investigación, dotado con 2.000 millones, es otro logro cuya eficacia deberá ser seguida muy de cerca. España ha conseguido, pues, un resultado favorable. Lástima que no se pueda decir lo mismo del conjunto de la UE.

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