El filósofo Julián Marías muere en Madrid a los 91años
El filósofo, sociólogo y ensayista Julián Marías falleció ayer a los 91 años en su casa de Madrid, tras una larga enfermedad. Los restos mortales de Marías fueron trasladados al madrileño tanatorio de la Paz y serán enterrados hoy viernes en el cementerio de la Almudena. Discípulo y amigo de Ortega y Gasset, autor de 60 libros, académico de la Lengua y las Bellas Artes y premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, dedicó su vida al estudio y la filosofía, 'siempre con independencia', según le gustaba remarcar.
'He ido dejando pasar las vigencias, las modas, lo que se lleva: escolásticas, existencialismo, estructuralismo, filosofía analítica, marxismo', decía Julián Marías Aguilera, para quien su maestro, Ortega, era 'la gran figura intelectual del siglo XX en filosofía, y no sólo en España'. Mantuvo con él una relación de 23 años -lo conoció en 1932-, y no dejó de remitirse a su obra en la que tuvo siempre su raíz y su fuente, según declaraba.
'Ortega murió a los 72 años, y yo he vivido unos cuantos más', decía Marías no hace mucho tiempo, como dando por bueno y por cerrado un ejercicio de profecía, 'ese cálculo y esa diferencia de vidas vividas'.
El escritor, que tras la Guerra Civil pasó tres meses en la cárcel, sólo accedió a la universidad española, como profesor, en 1980 -se jubilaría cuatro años después- y solía decir que la cultura oficial no le había admitido nunca, ni siquiera después de muerto Franco.
En 1976, fue nombrado senador por designación real y durante los sucesivos gobiernos democráticos, entre los que, decía, sólo se había sentido a gusto de 1976 a 1981 con Adolfo Suárez.
Le gustaba destacar que la misión de los intelectuales es 'ver las cosas y decir lo que ha visto, pase lo que pase', y, con ocasión del Premio Príncipe de Asturias, ganado 'ex aequo' con el periodista italiano Indro Montanello, expresó su esperanza en que el siglo XXI, superada la desorientación que él detectaba en el tiempo presente, sería el del renacer de la filosofía.
Pero 'lo más importante' de su vida, era para Marías el amor que sintió siempre por su mujer, Dolores Franco Manera, a quien conoció en la Universidad, donde ambos cursaron Filosofía y Letras, y después de cuya muerte, en 1977, se sintió sólo 'un superviviente'.
Se declaraba a menudo contra el igualitarismo del hombre y la mujer, 'porque no somos iguales', argüía, y porque, recurriendo a la terminología orteguiana, veía una razón vital masculina y una femenina, 'dos formas de razonar distintas'. 'Tengo entusiasmo por la mujer, que por lo menos es tan persona como el hombre', pero 've la realidad de otro modo. Esa es la gracia, lo valioso de la humanidad', afirmó el pensador, que abordó el tema en Antropología metafísica y para quien el único problema estaba 'en que hay mujeres que no quieren ser mujeres'.
El terrorismo organizado, la droga y la aceptación social del aborto eran las tres plagas de las que en los últimos años hablaba, que era cristiano y tuvo siempre fe religiosa, aunque con momentos de dudas, y que Unamuno decía que 'tuvo unas intuiciones trascendentales, pero no creía en la razón'.
Sus últimos libros fueron La perspectiva cristiana y Persona, pero era España inteligible el que más le satisfacía, porque lo veía de plena actualidad y porque abordaba 'claves españolas' como el ser español y Cervantes.