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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una difícil papeleta para Angela Merkel

Lo más positivo de la elección, ayer, de Angela Merkel como canciller de Alemania es que pone fin a un periodo de incertidumbre en la primera economía de la UE que se hacía interminable. Desde que su predecesor, Gerhard Schröder, anunció inesperadamente en mayo que finalizaba la segunda legislatura rojiverde, Alemania ha vivido en la indefinición económica. La decisión de Schröder estuvo forzada por una estrepitosa derrota electoral del SPD en el länder más rico del país (Renania del Norte-Westfalia), y el ya ex político la justificó en que necesitaba una mayoría sólida para afrontar las importantes reformas económicas y sociales que requiere Alemania. Lo mismo que reconocer un fracaso que ha dejado al país con desempleo récord -más de cinco millones de parados-, un déficit que incumplirá en 2005 por cuarto año consecutivo el Pacto de Estabilidad de la UE y la demanda interna bajo mínimos. Es decir, una economía debilitada y un grave problema de falta de confianza.

Esa es la papeleta que debe afrontar ahora la primera mujer canciller de Alemania: reanimar la economía más importante de la UE. Pero ha de hacerlo en coalición y con un programa compartido, lo que añade unas dificultades intrínsecas que no han esperado a manifestarse. Ayer mismo, medio centenar de diputados de su propia coalición votaron contra su investidura.

La coalición de la alianza conservadora CDU/CSU y los socialdemócratas del SPD tiene a su favor haber sabido pactar un programa de gobierno tras muy duras negociaciones. Una lección política a imitar, especialmente en países donde la crispación política está disparada. Pero nada asegura que esta segunda gran coalición de Alemania vaya a ser eficaz. Son mayoría los alemanes que creen que no completará la legislatura.

El programa se basa en más impuestos y menos gastos para equilibrar las cuentas públicas, controlar el límite del 3% de déficit fijado por la UE, afrontar el cambio demográfico, flexibilizar el mercado laboral y retrasar -aunque lentamente- la edad de jubilación. La consigna es: sanear, reformar e invertir para conseguir la recuperación y el control del déficit. Todo sugiere que el Gobierno de coalición no aplicará las reformas con dureza suficiente para que Alemania crezca en todo su potencial. A pesar de ello, reformas moderadas pueden ser eficaces contra el impacto negativo de un gran problema alemán, el envejecimiento demográfico, y cuando la economía da señales de recuperación.

Pero Merkel ha dicho que la creación de empleo será la piedra de toque que permita calibrar el éxito del nuevo Gobierno. Si es así, se queda corta. Porque la economía de Alemania tiene además un compromiso con toda la UE, en la que está obligada a retomar su papel de locomotora, y más que nunca en una UE ampliada. La pregunta es si está la acomodada sociedad alemana dispuesta a los sacrificios y renuncias imprescindibles para lograrlo. Funcionarios, sindicatos y distintas asociaciones ya han empezado a protestar por las reformas.

El presidente federal, Horst Köhler, animó ayer al nuevo Gobierno a desarrollar una política de reformas 'radical' para resolver los problemas del país, 'incluso aunque ello le depare críticas por todos los frentes'. Si la nueva dama de la política europea logra este objetivo, la economía de toda la UE se lo reconocerá.

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