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Crónica de Manhattan

Reforma sin apoyos

El código tributario de EE UU recoge, al menos, cinco definiciones distintas de 'hijo' para otras tantas provisiones fiscales. Es una de las muchas complicaciones de una ley que se reformó por última vez en 1986. Desde entonces ha sufrido unos 15.000 cambios y evoluciona hacia lo inmanejable.

George Bush propuso su reformar para hacerla más simple y equitativa. No obstante, el cambio, como el de las pensiones, corre el riesgo de quedar en el limbo.

El borrador de reforma tributaria se presentó la semana pasada por un panel de expertos, nombrado por Bush, unos técnicos que no ha huido de la polémica con dos propuestas. Una es el Plan simplificado del impuesto sobre la renta y la otra es el Plan impositivo para el crecimiento y la inversión. La primera es una versión práctica de la actual ley con menos deducciones y más facilidades para el ahorro. La segunda, más radical, está más orientada a gravar el consumo. Ambas cumplen la consigna de Bush de ser neutrales desde el punto de vista de los ingresos.

Las dos acaban con el AMT, que grava a los más ricos desde 1969. El impuesto no se actualiza con la inflación y aunque fue creado para 4 millones de personas afectará a 30 millones en 2010. Con él se eliminan ingresos de unos 1,2 billones de dólares en 10 años. Para compensar esta pérdida se acaba con deducciones que son 'vacas sagradas'. El sacrificio más significativo es la limitación a la deducción a la compra de vivienda.

El cambio de este subsidio anual de 75.000 millones de dólares anuales afectará a las compras de casas más caras. Sólo el 5% de las actuales hipotecas exceden el límite propuesto. Aunque solo afecta a las rentas altas, la primera impresión ha sido negativa ya que se cree que bajará los precios de las casas.

La eliminación de esta y otras deducciones populares convierten en una bomba una reforma que ya tiene un lastre y es que Bush pidió que se asumieran unos recortes fiscales que pueden expirar a partir de 2008. El panel sabe que llevar adelante la reforma necesita una voluntad política muy firme y eso es difícil cuando Bush se hunde en las encuestas y carece del apoyo de un Congreso que ya piensa en términos electorales.

El Tesoro debe adaptar las propuestas para llevarlas al Congreso. Dado lo inflamado del debate y el momento político, pasará mucho tiempo antes de que esto ocurra.

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