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Contra todo pronóstico, la cocina británica se pone de moda

Las recetas de restaurantes de Londres y Glasgow se refinan y ganan concursos culinarios

Las paredes del restaurante de la Biblioteca Británica de Londres están decoradas con frases de cocineros famosos de todo el mundo. Un jefe de cocina francés, que presumiblemente por razones de seguridad personal ha preferido permanecer en el anonimato, resume así el arte de la cocina británica: 'Dejas unas cosas en agua hirviendo y al cabo de un rato las vuelves a sacar'.

Hace pocos años parece que el desdén de este cocinero galo por la gastronomía británica fuera una opinión compartida por la casi totalidad de los ciudadanos de la UE. En 1999, la cocina del Reino Unido fue calificada como la peor de Europa, según una encuesta de la firma de estudios de mercado Audience Selection. Este sondeo dio como resultado que sólo el 1% de los alemanes y el 2% de los franceses defendía las virtudes de la cocina tradicional británica. Tampoco causó sorpresa que el 90% de los franceses colocara a su propia gastronomía a la cabeza de Europa, a la vez que concedía el segundo y tercer lugar a Italia y España, respectivamente.

Pero no es éste un mero caso de chovinismo galo. También el 54% de los alemanes prefiere comer en Francia que en cualquier otro lugar de Europa. Mientras, el 75% de los españoles insiste en que el verdadero paraíso gastronómico de Europa es su propio país, por delante de Italia y Francia, y con el Reino Unido en último lugar.

Un estudio de la firma Audience Selection realizado en 1999 calificaba la gastronomía del Reino Unido como la peor de toda Europa

¿Concretamente, en qué consiste la comida británica? A esta pregunta ha respondido el 20% de los alemanes: el fish 'n' chips. Para el 25% de los españoles el plato típico del país anglosajón son los huevos con beicon. En medio de tanto desprecio y vanagloria, les habrá sentado como un tiro a los franceses el hecho de que la prestigiosa guía culinaria Good Food Guide haya alcanzado el mismo nivel de excelencia que la música y el deporte británicos. La guía destaca los bistrós de Londres, Glasgow y otras ciudades que en los últimos años han crecido como hongos, nunca mejor dicho, ofreciendo platos exóticos que han ganado concursos de gastronomía. Empiezan a aparecer en las cartas de restaurantes ingredientes y recetas que hace una década eran prácticamente desconocidos en el país: eneldo, pimienta rosa, bacalao, besugo, sin que falte la materia prima básica de la cocina mediterránea, aceite de oliva y ajos. Por ejemplo, el restaurante de moda de Glasgow, The Three Fishes, ofrece en su carta una merluza con salsa de mejillones, perejil, beicon, repollo y moras, una mezcla de ingredientes que no hace mucho hubiese sido inconcebible en una ciudad que ofrecía como especialidad la pizza frita con salsa de chocolate.

No es que la clase media británica haya dado la espalda al rosbif con zanahorias y patatas cocidas, la comida que, según el refranero popular, formó uno de los pilares del Imperio. Sólo en Londres existen más de 500 restaurantes indios, un número algo inferior de chinos y no se sabe cuántas pizzerías. No hay indicios de que la comida étnica que los británicos importaron de sus colonias sea una especie en peligro de extinción. Por otra parte, el libro de cocina Pollo y otros cuentos, un recetario británico del famoso maestro de cocina Simon Hopkinson, se ha convertido en uno de los superventas de la temporada.

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