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Lealtad, 1

Los mercados encuentran el bicho

El bicho tiene nombre. Se hace llamar inflación, y entre sus costumbres están el carcomer la rentabilidad de las inversiones, provocar encarecimientos en el precio del dinero, desincentivar el consumo y la inversión y distorsionar las expectativas de los agentes económicos. Aunque los simples ciudadanos lo detecten, oficialmente no existe hasta que se refleja en las estadísticas. Ya ha empezado a hacerlo, y los inversores han puesto las barbas a remojo.

En cuestión de dos semanas se ha extendido por la comunidad financiera el miedo a los repuntes de precios. Un miedo que llevaba mucho tiempo en el baúl. Tanto que los mercados han conseguido marcar máximos mientras el petróleo ha multiplicado su precio. Lo sorprendente, de hecho, no es que el temor a la inflación haya aparecido, sino que no lo haya hecho antes, dada la escalada del petróleo y los bajos tipos de interés a nivel global.

La irrupción de China y otros mercados emergentes en la producción industrial han provocado, teóricamente, una contención de la inflación en este tipo de bienes. Chian ha exportado deflación, mientras en los servicios los precios han reflejado la mayor liquidez y las mejores condiciones económicas. Por eso hasta el momento la inflación apenas había preocupado.

Pero de un tiempo a esta parte los datos se acumulan. No sólo es el 4,7% del IPC de Estados Unidos o el 3,8% español. Las actas y los comunicados de los responsables monetarios en ambas zonas económicas destilan preocupación por los precios. El mercado ha asumido que, hoy por hoy, los precios son la mayor amenaza para la economía.

No es para menos. Cambiar de un mundo sin inflación a uno con inflación es un trastorno que socava las bases del sector financiero, pues afecta al propio valor del dinero a lo largo del tiempo. De ahí que el miedo a los precios se haya extendido tan rápidamente. Los mercados han encontrado el bicho.

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