La reforma paralizada
El diálogo en torno a la anunciada reforma del mercado de trabajo languidece sin ofrecer resultado alguno en un momento en que la generación de puestos de trabajo alcanza niveles récord y mantiene un ritmo anual del 5%. Esta bonanza podría llevar a la errónea conclusión de que las cosas marchan razonablemente bien y no hace falta tomar medidas. Los expertos piensan más bien que es precisamente cuando el mercado está fuerte cuando se pueden adoptar las medidas más delicadas, que serían peor acogidas en un supuesto de recesión.
No ha habido avances significativos en más de un año de contactos entre la patronal CEOE y los sindicatos UGT y CC OO, con mediación del Gobierno. A todos los agentes implicados les corresponde la responsabilidad de evitar que se pierda la legislatura en este terreno. El Partido Socialista prometió en la campaña electoral una reforma que diera más estabilidad al empleo y combatiera la precariedad. Desde el Gobierno se animó a los agentes sociales a esbozar ese acuerdo, pero a la vez se lanzó el mensaje de que no habría medida alguna sin acuerdo. Este anuncio ha reforzado las posturas más inmovilistas en la negociación, que abundan en una y otra parte.
Patronal y sindicatos deberían ser los más interesados en modernizar un sistema laboral que ha dado resultados pero muestra graves carencias, la más señalada su carácter dual. Por un lado, España cuenta con los niveles más altos del mundo avanzado de empleo temporal, lo que sólo parcialmente se explica en el sesgo estacional de nuestra economía. A la vez, el empleo indefinido está más protegido que en los países de nuestro entorno. Los dos elementos están vinculados y han desembocado en un mercado en el que abundan las rigideces por un lado y los abusos en el otro. Los empresarios piden más flexibilidad del trabajo indefinido; los sindicatos, estabilidad para quien tiene un empleo precario. Los dos objetivos son compatibles si los agentes sociales muestran altura de miras y voluntad de entendimiento.