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secretos de despacho

Sin rastro del pasado en Korn Ferry

Ocupa desde hace cinco años el despacho que ocupaba el secretario general del Movimiento, en un edificio de 1920 situado en la madrileña calle de Alcalá , donde estaba ubicada la sede de la Secretaría General del Movimiento. A Carlos Alemany, madrileño de 47 años, le hace gracia esta coincidencia, pero aclara que en las oficinas de la firma de consultoría y búsqueda de directivos Korn/Ferry International no queda ni rastro del pasado. El estilo es otro. Alemany es un hombre reposado, con cierto sentido del humor y discreto, por sus manos pasan muchos de los contratos de los altos ejecutivos de este país. Uno de sus últimos fichajes ha sido el de Pablo Isla como consejero delegado de Inditex.

El regreso del verano no puede ser más movido para él. Pasa poco tiempo en el despacho. Está constantemente de viaje y eso, asegura, es buena señal. 'Significa que hay movimiento dentro de las empresas y que se están realizando fichajes', explica el presidente de Korn/Ferry en España. Para trabajar, y dentro del caos que le rodea, dice que necesita orden, que todo esté en su sitio. Y de eso se encarga su mano derecha, su asistente Esther. 'Gracias a ella, todo es mucho más fácil'. Lo único que necesita es su agenda Blackberry y un ordenador, 'soy un enamorado de las nuevas tecnologías'. También tiene una pequeña manía: trabajar sobre una mesa redonda. La prefiere a su mesa habitual de trabajo, 'donde amontono papeles y temas pendientes, mientras que en la otra mesa sólo tengo a mano lo que necesito en ese momento'.

El lugar en el que trabaja es pequeño, con vistas al Círculo de Bellas Artes, hoy oculto tras los toldos de los andamios que cubren el edificio en obras. Asegura que ha renunciado a tener mejores perspectivas, al igual que el resto de los socios, en favor de los 22 empleados que ocupan la planta.

'Debería ser más global de lo que soy, involucrar más a la gente en los proyectos'

En Korn/Ferry hay estos días mucho movimiento. Han estrenado nuevas líneas de negocio, además de la clásica de búsqueda de directivos: desarrollo de soluciones y herramientas de gestión de recursos humanos y coaching, 'porque la valoración de los directivos no es sacar una foto y quedarte sólo en eso', afirma Alemany, quien señala que a los clientes hay que darles una evaluación completa con los puntos débiles a desarrollar.

No echa cuentas de las horas que le dedica a su trabajo. Llega a primera hora y tiene por costumbre, si algún viaje no lo impide, irse de la oficina el último. 'Siempre me ha parecido feo que si alguien se queda a trabajar hasta tarde no poder estar a su lado por si necesita algún tipo de ayuda. Eso obliga a que todos nos vayamos un poco antes', afirma.

Cuando llega a casa, y después de compartir la cena con su familia, no lo puede remediar y se conecta al ordenador hasta pasada la medianoche. 'Lo que no puedo hacer durante el día lo intento solucionar por la noche. Se trata de un trabajo en el que difícilmente puedes desconectar', agrega Alemany, que si algo le gusta resaltar de la firma que dirige son las opciones que ofrece a los profesionales que trabajan en ella para que desarrollen su carrera profesional. 'Somos muy exigentes, pero también ofrecemos muchas oportunidades'. Sobre la exigencia explica que una parte del bono anual que reciben los directivos se fija en función de los logros obtenidos pero también del comportamiento que se haya tenido, como, por ejemplo, haber sabido trabajar en equipo. Confiesa que hace dos años le penalizaron en la paga extra. 'Y aprendí mucho de esa experiencia'. Los que trabajan a su lado le dijeron que debía mejorar sus reservas a la hora de compartir la información de la que dispone con los demás. 'Debería ser más global de lo que soy, involucrar más a la gente en los proyectos'.

Carlos Alemany cambió su carrera como ingeniero naval por la consultoría, a la que lleva dedicado cerca de dos décadas. 'A mí me gustaban las letras, pero en mi época estaba muy bien visto estudiar una ingeniería, pero era algo que después sobre la práctica vi que no me gustaba ni mucho, ni poco, ni nada. No me entiendo con las máquinas'.

Los cuadros de la suerte

En su despacho y a través de unos cuadros está condensada una parte de su vida profesional. En una pared hay tres reproducciones del pintor David Hockney, una fotografía del Titanic, que le recuerda su paso por la Escuela de ingenieros navales, 'profesión en la que no hubiera tenido mucho futuro', dice Carlos Alemany. Cerca de su mesa de trabajo tiene otra fotografía, una vista sobre Manhattan, un pequeño homenaje a esta ciudad tras el atentado contra las Torres Gemelas de 2001. También guarda un repertorio de postales taurinas compradas en la plaza de toros de Ronda. Además guarda con especial cariño dos láminas de Willi Bauweister que estaban en el despacho cuando él lo ocupó. Los anteriores inquilinos, que movieron de sitio esos cuadros, fracasaron en el negocio. Alemany, como buen supersticioso, decidió que nada torcería el rumbo de la compañía y decidió mantenerlos en el lugar que estaban.

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