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Tribuna
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Trafalgar

En esta época de transformaciones, las empresas van a tener que protagonizar un papel mucho más central en el desarrollo económico y en la propia estabilidad social. Según el autor, en el futuro no podrán mantenerse sin compromisos externos con la sociedad

La prestigiosa Fundación Empresa y Sociedad acaba de publicar un informe sobre La responsabilidad y la acción social en el informe 2004 de las grandes empresas y cajas de ahorros. Algunos medios han recogido la noticia, la han comentado y, al hilo del citado informe, han criticado con ironía esto de la Responsabilidad Social de la Empresa.

El propio informe señala que, aunque la información mejora técnicamente, la terminología que se utiliza en las memorias de responsabilidad social (RS) es 'demasiado especializada para el ciudadano y su planteamiento no es fácil de relacionar con los procesos de creación de valor'. Los periódicos dicen que las empresas españolas se están poniendo rápidamente al día en sostenibilidad, 'aunque sea de boquilla', pero crece el número de las empresas que informa sobre responsabilidad social. El propio director general de la Fundación Empresa y Sociedad entiende que las referencias a responsabilidad social en las memorias analizadas son demasiado 'genéricas, filosóficas o técnicas'.

Junto a eso, es evidente -y así lo reflejan algunos estudios- que el ciudadano medio (igual que muchas empresas) no tiene entre sus preocupaciones principales esto de la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE); en muchos casos ni siquiera sabe de qué estamos hablando, ni lo que queremos decir cuando mencionamos buen gobierno, sostenibilidad, responsabilidad o acción social. Pero el hecho cierto, no obstante, es que cada día se discute más de RSE, se crean cátedras sobre la materia, los Gobiernos han descubierto que es un estupendo nicho de mercado donde intervenir (ya me dirán para qué) y hasta las grandes multinaciones venden RSE como si fuera el gran descubrimiento de este siglo que acaba de empezar, el ungüento amarillo, el remedio de todos los males para las propias empresas, sus clientes y empleados y, en general, para una sociedad moderna.

En fin, hay mucho de cosmética y demasiado attrezzo en todo esto porque, la verdad, nos engañamos a nosotros mismos y casi siempre nos olvidamos de aquello que escribió Séneca: 'Di lo que debes y haz lo que dices'.

Vivimos una época de transformaciones que tiene, además de trasfondo, un fondo de trascendencia histórica, y las empresas van a tener que protagonizar, lo quieran o no, un papel mucho más central en el desarrollo económico y en la propia estabilidad social. No va a ser posible para las empresas mantenerse en el futuro cómodamente y sin compromisos externos.

Esa exigencia, posiblemente, está en la base de lo que la Sociedad, con mayúsculas, reclama a las empresas cuando hablamos de responsabilidad social. La empresa es una organización pensada para obtener beneficios, pero también es una parte de la estructura social. Y es posible para las empresas -tiene que serlo porque es su principal tarea- generar riqueza y resultados, dar trabajo, ser eficientes, competitivas e innovadoras; y hacer todo eso en un escenario más humano y habitable.

Mientras tanto se cumple ese propósito, que llegará, no nos ponemos de acuerdo ni en los términos, ni en el fondo. Hablamos de responsabilidad social y cada uno pensamos algo distinto; escribimos sobre RS y, como ha dicho la Fundación Empresa y Sociedad, utilizamos una terminología demasiado especializada, probablemente para maquillar nuestras carencias. Nos olvidamos, en fin, de que las cosas deben expresarse con sencillez para que se entiendan, que es lo que la gente nos pide. Perdemos el sentido de la realidad (el famoso sentido común) y no invocamos a la inteligencia para que nos dé el nombre exacto de las cosas.

Reflexionando sobre el asunto, me acordé de que se cumplen en estos días 200 años de una famosa batalla naval, la de Trafalgar, que confirmó el dominio inglés sobre los mares y realzó la figura legendaria del almirante Nelson, el marino británico que se enfrentó a una armada francoespañola muy superior en número de barcos.

Cuentan que Nelson, que falleció como consecuencia de las heridas que sufriera en el combate, antes de la batalla reunió en la nao capitana a su estado mayor y, después de arengarles, transmitió a toda la flota el siguiente mensaje: 'La patria espera que cada uno cumpla con su deber'. Los ingleses tomaron buena nota y nos vencieron en Trafalgar.

Ahí puede estar el secreto, porque va a resultar que para las empresas el punto de partida de la responsabilidad social es, ni más ni menos, que cumplir con su deber y comprometerse con la sociedad. Así de fácil. Otra cosa es que no queramos hacerlo y, si lo hacemos, que no sepamos contarlo. Sería un lástima.

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