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Tribuna
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La hora de las empresas

Un redactor algo acartonado diría que se han vertido ríos de tinta con relación a la compra de Skype por Ebay, y ciertamente la noticia ha superado la media de líneas escritas cuando se abarcan asuntos que responden a criterios profundamente tecnológicos. Porque más que la compra de una empresa por otra de mayor tamaño, más que la diversificación del negocio de la compradora, razones redundantes en las transmisiones empresariales, la atención del público se ha concentrado en el objeto social de la comprada: la provisión de servicios de voz sobre IP (VoIP, es decir, telefonía por internet).

Hace ya unos cuantos meses, en diciembre de 2004, la Fundación Auna llamaba la atención sobre esta tecnología en una de sus Notas de Análisis y Prospectiva titulada, proféticamente, La voz sobre IP: hacia la convergencia. Palabra esta última que también vive momentos de esplendor, por cierto. En ese trabajo aventurábamos, entre otras cosas, que su implantación representaría un cambio fundamental en el modelo vigente de telefonía. Casi un año después, la VoIP merece el trato de ser considerada como tecnología disruptiva por los más finos analistas. Lo curioso es que tras la irrupción del teléfono móvil, con el que llamamos a personas, no a localizaciones, con el nuevo avance volvemos, por ahora, al anterior concepto geográfico.

Más allá del precio pagado por Ebay, unos 2.600 millones de dólares -que podrían llegar a 4.100 si se cumplen ciertos requisitos-, por una empresa con 54 millones de usuarios de los cuáles sólo dos millones son de pago, me llama la atención que esta operación forma parte de una serie de movimientos empresariales afines por parte de unas cuantas organizaciones hasta ahora ancladas en lo que, de manera amplia, podríamos considerar como comercio electrónico.

Dentro de sus continuos movimientos para dotarse con una oferta que abarque multiplicidad de servicios, Google ya había apostado recientemente por la VoIP con su GoogleTalk, y tanto AOL como MSN (Microsoft), Yahoo o Amazon están situándose en posición de proveer a sus clientes de servicios de voz.

Y no es únicamente este terreno el que está abonado a evoluciones corporativas. Parece ser que las citadas AOL y MSN están en conversaciones en torno a algún pacto de carácter estratégico, mientras que Time Warner reorienta sus sitios web relacionados con negocios mediante una fusión de CNNMoney, Fortune y Business 2.0.

Y, sin ánimo de visionario, aconsejaría que anotasen en sus agendas nombres de empresas como Vonage, 8x8, o Primus, posible objeto de deseo de alguna otra que quiera hundir sus raíces en los penúltimos avances telefónicos.

Tanto movimiento recuerda al vivido al final del siglo pasado con motivo del lanzamiento comercial de internet y la floración primaveral de multitud de empresas púberes al olor del perfume del dinero fácil.

Pero ahora las cosas son bien distintas. Partiendo de que una inversión significa necesariamente contraer un riesgo, y que éste se acentúa cuando se trata de introducir novedades en un mercado ciertamente maduro, como en el caso de la VoIP es el de la telefonía fija, las operaciones a las que estamos asistiendo suenan distinto.

De entrada las llevan a cabo empresas firmemente consolidadas en sus respectivos campos de actuación y, sobre todo, y aquí está el gran cambio, sociedades que apuestan su propio dinero, con el cash flow tan trabajosamente ganado tras constituirse en pioneros de nuevos mercados, o con la ayuda de algunos de los más clásicos recursos financieros, como la Bolsa. El dinero no se regala, las participaciones accionariales hay que ganárselas y las opciones sobre acciones parecen casi un insulto al negociar el paquete retributivo. La nueva economía vuelve a demostrar otra vez lo gratuito de su calificativo.

Y, mientras tanto, el comercio electrónico español sigue su pirandelliana busca de autor. ¿Cuestión de desarrollo o de talento?

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