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Decenas de empresas mineras buscan diamantes en el Ártico

Al sur del círculo polar Ártico, en los territorios del noroeste de Canadá, se distinguen 11 tiendas en la tundra. Un avión trae harina, fruta y carne para 16 hombres y mujeres que viven entre caribúes y osos pardos. Pero lo más importante es el diésel que se utiliza para extraer roca verdosa a 213 metros bajo la orilla lacustre. El equipo se encuentra sobre una kimberlita, un cuerpo de magma endurecido en forma de zanahoria que, según el geólogo Eric Friedland, debe haber sacado de las entrañas de la Tierra muchos diamantes cuando subió a través de una grieta en el granito canadiense hace 70 millones de años.

La compañía de Friedland, Peregrine Diamonds, y otras 60 empresas entre las que figura De Beers, el mayor vendedor de diamantes del mundo, están gastando millones de dólares en explorar el Ártico en la esperanza de reproducir dos grandes hallazgos realizados a principios de la década de los noventa. En aquel entonces, las minas descubiertas convirtieron a geólogos con problemas financieros en millonarios y a Canadá en el tercer productor de diamantes brutos en un mercado mundial que mueve 11.000 millones de dólares al año.

Pero las nuevas fortunas han sido esquivas. Construir una mina en el remoto norte puede costar 1.000 millones de dólares, así que las kimberlitas (llamadas 'caños' en la jerga en el sector) que contienen diamantes deben ser enormes o estar cargadas de piedras.

El país americano es el tercer productor mundial de diamantes desde que se descubrieron dos grandes yacimientos en la década de los noventa

'Históricamente, esos caños aparecen cada 10 años más o menos', dice Buddy Doyle, director de exploración en Vancouver de Arctic Star Diamond. 'Así que ya nos toca', opina.

Quien haga el próximo gran hallazgo disfrutará de crecientes precios y ávidos compradores, especialmente en la India y China, donde prósperos novios están comprando diamantes para sus prometidas. La compañía de Johannesburgo De Beers aumentó un 14% los precios de las piedras en bruto en 2004. Un diamante blanco de un quilate sin fallas y pulido se vende por 15.000 dólares, frente a 12.000 dólares en 2002, según la sociedad belga PolishedPrices.com.

'Los precios están subiendo y el suministro nunca ha sido más reducido', afirma James Passin, gerente de Firebird Global Fund, que gestiona 360 millones de dólares. 'Es fácil sentirse optimista con respecto a los diamantes'. Passin invirtió un millón de dólares de su fondo de cobertura en Peregrine hace 18 meses, apostando a que Friedland encontraría un buen depósito. 'Sólo el 15% de las 7.000 kimberlitas descubiertas en todo el mundo contienen diamantes', explica Bruce Kjarsgaard, investigador especializado en minerales del Servicio Geológico de Canadá en Ottawa. Menos del 1% han contenido suficientes piedras como para compensar la construcción de una mina.

Canadá, donde se encuentran muchas de las kimberlitas del Ártico, es un buen ejemplo de lo arriesgado que es el negocio. Tras 40 años de exploración, el país tiene dos minas, Ekati y Diavik. Juntas producen unos 11,5 millones de quilates al año, es decir, alrededor del 13% del total del mundo por valor en dólares.

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