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Tribuna
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ABN Amro gana en Antonveneta

Cuando ya se daba por fallida la adquisición de la Banca Antonveneta por parte de ABN Amro, salta la sorpresa y la operación sufre un importante vuelco: el pasado 15 de septiembre, y después de una reunión maratoniana, el consejo de administración de la Banca Popolare Italiana (BPI) decidió vender a la entidad financiera holandesa su participación del 29,5% en Antonveneta, a un precio de 26,5 euros por acción. Posteriormente, otros accionistas se han adherido al acuerdo, cediendo cerca de un 10% adicional. Al fin, y tras muchas vicisitudes, parece que un banco italiano va a ser protagonista de una operación transfronteriza.

Se trata de una excelente noticia para los accionistas minoritarios de la institución con sede en Padova, para otros potenciales inversores extranjeros en Italia, para la economía transalpina, para la credibilidad de algunos estamentos públicos, y, por ende, para el establecimiento del libre movimiento de capitales entre los distintos estados miembros de la Unión Europea.

A finales de marzo del corriente año, ABN Amro anunció su intención de comprar una participación en la Banca Antonveneta, ofreciendo 25 euros por acción. Si bien la oferta fue aceptada por el consejo del banco italiano, casi inmediatamente la BPI comenzó a mostrar reservas sobre la oferta, iniciando una compra progresiva de acciones hasta alcanzar el 29,5% del capital del banco (porcentaje máximo que se puede mantener sin necesidad de lanzar una opa por el 100% de los títulos).

El 19 de abril, el Banco de Italia se opuso a que ABN Amro aumentara su participación por encima del 20%. Sin embargo, el 6 de mayo, y después de que Bruselas autorizara la operación, la autoridad supervisora cambia de postura y da luz verde al banco holandés para que lance una opa. Mientras tanto, en la sombra y de forma secreta, la BPI y algunos accionistas de la Banca Antonveneta se unen para hacerse de forma irregular con acciones del banco, llegando a ostentar el 46,7%. Otros operadores afines controlaban, por lo menos, un 8,5% adicional.

El primer obstáculo hacia la toma de control por parte de este grupo lo pone la Consob -equivalente a nuestra CNMV-, al exigir a la BPI que presente una opa que contemple la posibilidad que los accionistas de Antonveneta elijan entre recibir acciones y efectivo o sólo una compensación monetaria.

El 12 de julio, Antonio Fazio, gobernador del Banco de Italia, aprueba la oferta de BPI pero, el 25 de julio, la Fiscalía de Milán congela las acciones de BPI y de sus aliados en Antonveneta. Casi inmediatamente el Banco de Italia reconoce haber actuado de forma no adecuada. Días más tarde -el 2 de agosto-, y a raíz de las investigaciones, un juez ordena la suspensión por dos meses de sus cargos a Gianpiero Fiorani, consejero delegado de BPI y a su director financiero.

Los acontecimientos se precipitan, y ABN Amro pasa de vencida a vencedora. Para hacerse con su objetivo -y tras el acuerdo con BPI- sólo falta que los holandeses consigan que la Fiscalía desbloquee las acciones y posteriormente lanzar una opa por el 100% del capital.

Después de siete meses, la batalla por el control de la Banca Antonveneta parece tener finalmente un vencedor: ABN Amro. Esta victoria tiene importantes implicaciones para todos los que se han visto envueltos en ella. Por un lado, la operación permitirá a la BPI embolsarse unos 3.200 millones de euros, con más de una centena de millones en plusvalías, a la vez que sale al paso de la investigación abierta por la Fiscalía de Milán por los posibles delitos de especulación abusiva y uso de información privilegiada.

Por otro lado, ABN Amro se sale con la suya, consiguiendo entrar en el más que protegido sistema bancario italiano. Sin embargo, el triunfo no ha sido gratis: Va a pagar más de lo que originalmente preveía, la cotización de sus acciones ha sufrido -registrando un comportamiento peor que el de sus competidores europeos- y si Antonio Fazio resiste, tendrá que vérselas con un regulador poco amistoso. Para Italia, como país, la noticia es también buena, ya que recupera puntos como posible destino de inversiones extranjeras. Máxime en un momento en el que aparece como la única economía de la zona euro con una tasa de crecimiento esperado negativa (-0,2%).

En este sentido, es razonable pensar que tras el éxito de ABN Amro se sucederán otras operaciones transfronterizas, creando un precedente para otros bancos europeos con participaciones en entidades italianas, como es el caso del Crédit Agricole, Commerzbank o del Santander.

En cuarto lugar, los acontecimientos de estos siete duros meses quizás propicien la reforma y modernización del marco institucional peninsular.

Por ejemplo, Italia es el único país de la Unión Europea donde el cargo de gobernador del Banco Central es vitalicio y donde su dimisión ha de ser aprobada por un Consejo Superior constituido por juristas, académicos, economistas y empresarios. Solo así puede explicarse que el señor Fazio siga aferrado a su sillón contra vientos de cambio y mareas de críticas.

Finalmente, y a pesar del inesperado desenlace de la operación, no puede perderse de vista que el éxito de la misma ha sido producto de una investigación judicial.

ABN Amro ha ganado una batalla, pero aún queda guerra por delante. Los acontecimientos tendrán reflejo seguro sobre la cotización de las acciones del banco. Su consejero delegado, Rijkman Groenink, tiene ante sí el desafío de convencer a los inversores de que esta adquisición es parte de una estrategia coherente de crecimiento. Las expectativas parecen muy interesantes, pero los logros todavía están por demostrar.

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