¿Hacia dónde va el automóvil?
Hay un desconcierto general en el sector de la automoción. Una parte de las empresas constructoras ha perdido el Norte, provocando una tremenda confusión a la industria proveedora de componentes, según el autor, que se suma al Debate Abierto en Cinco Días sobre el futuro de la fabricación de automóviles
Se me pide que intente explicar cuál va a ser el futuro del automóvil. ¿Hacia dónde vamos? En mi ya larga experiencia en el sector (me refiero a años) siempre he tenido muy presente la necesidad de ser capaz de prever el futuro para poder tomar decisiones y que éstas sean acertadas.
Prever el futuro del automóvil no es difícil. El automóvil es un medio imprescindible para la persona. Un medio que presentará notables cambios tecnológicos, mayor seguridad, mayores prestaciones, mayor confort, menos consumo, menos peso, nuevas energías, etcétera.
La presión de 'Superlópez' para reducir gastos es un inocente juego de niños comparado con las políticas que ejecutan hoy algunos fabricantes
Otra cosa es prever qué pasará con algunos de los actuales constructores o con una parte de proveedores. No creo que hoy nadie pueda ser capaz de prever qué ocurrirá.
Hay un desconcierto general, una parte de las empresas constructoras han perdido el Norte provocando una tremenda confusión en sí mismas y, en consecuencia, a la industria proveedora de componentes. Es como un torbellino que se sumerge y arrastra.
Estamos viviendo un momento difícil. Se está destruyendo valor y miles de puestos de trabajo. Urge un toque de atención, una llamada, urgente, a la responsabilidad.
Lo que ocurre es que si bien el diagnóstico es claro el tratamiento es mucho más complicado y profundo.
Podemos rememorar a un compatriota nuestro, José Ignacio López de Arriortúa, una persona que llegó a lo más alto y que después, lamentables envidias e incomprensiones, también errores suyos y un terrible accidente lo apartaron de la vida activa. Podemos recordar al Superlópez que con sus políticas de reducción de gastos animaba y estimulaba la competitividad y la reducción de precios ¡Cuántas críticas tuvo! Pero qué luchador , qué gran trabajador: ¡austero, entusiasta, soñador, admirado, querido por unos (entre los que me cuento) y odiado por otros.
La presión que hacía por aquel entonces José Ignacio es un inocente juego de niños comparado con las políticas que ejecutan hoy algunos constructores. Afortunadamente una minoría aunque significativa.
Se te presiona a conceder unas reducciones de precios intolerantes sin más explicaciones que: ¡O esto o no hay contratos! No existen ni razonadas sin razones.
Se te puede llegar a exigir que deslocalices tu producción a países emergentes, que ellos, por razones políticas y sociales no se pueden deslocalizar pero tú, el proveedor, sí. Y que no quieren comprar a un chino o a un indio cualquiera sino que quieren comprarte a ti, pero en la India o China y que si no lo haces tú lo hará un competidor tuyo europeo o americano.
¿Pero es que estas compañías funcionan? ¡No! Estas grandes compañías se mueven por una inercia y se van deteriorando poco a poco. No se atreven a hacer autocrítica como es debido ni a afrontar con valentía la complicada tarea de rectificar el rumbo. Es preciso que abordemos un nuevo principio que tenga al hombre en su origen ya que estas grandes estructuras se han olvidado de él. Han creado funcionarios y burócratas que no viven, no sienten, no están enamorados de la compañía.
Vuelvo a preguntarme ¿por qué no aprender de aquellas compañías que venden lo que fabrican, que tienen beneficios y que para sus proveedores es un honor trabajar junto a ellas?
¿Por qué, pues, unas empresas van muy bien y otras tan mal? Porque unas han tenido y tienen muy clara la cultura y los valores de sus compañías y otras o los han perdido o los que tienen son falsos. Y una empresa, al igual que un individuo, sin o con falsos valores se autodestruye.
Es por ello que el tratamiento no es fácil porque los valores y la ética no se improvisan ¡Se tienen, se practican y se defienden!
Diariamente conocemos resultados negativos de diferentes empresas, ¡y qué resultados!; anuncios de importantes reestructuraciones, ¡y qué reestructuraciones!; la tremenda agresividad de los países asiáticos que provocan desconcierto y pasividad generalizada. ¿Qué hacer? ¿Son los observatorios, recientemente creados, los que pueden dar con la solución? Francamente, lo dudo. Aunque haremos todo lo posible para que así sea.
Repito, el diagnóstico es claro, nos estamos, en parte, autodestruyendo. ¿Cómo frenar y recuperar la fuerza o, mejor dicho, la vida?
¿Es esta situación de confusión y pérdida de orientación sólo de nuestro sector o de nuestro país? ¡No! Es general y casi global.
Es urgente recuperar el Norte, saber adónde queremos ir, esforzarnos y luchar sabiendo que nada se consigue sin esfuerzo y sacrificio, que aquí no está solo en juego el sector de la automoción, aquí nos jugamos el futuro de nuestros hijos.