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Tribuna
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Alemania en busca de un reformador

Pocos alemanes habrá que duden de la necesidad de que se hagan reformas importantes para combatir el paro y reanimar la economía. Quizás por ese sentimiento generalizado de que hay que cambiar, en las elecciones del 2002 la CDU partió como favorita en la campaña electoral, lo mismo que ha ocurrido en las elecciones que se acaban de celebrar.

Los resultados del 18 de septiembre no ofrecen, sin embargo, perspectivas favorables para esos cambios. Gerhard Schröder, que comenzó la campaña como perdedor por el descontento que provocó su programa de reformas, incluso en el propio partido (SPD), no ha mejorado sus resultados por proponer un programa nuevo sino porque supo aprovechar los puntos vulnerables del programa de su adversaria política, la señora Angela Merkel. El candidato a la cancillería que propusieron los cristianodemócratas en las elecciones del 2002, Edmund Stoiber, sí que tenía un programa concreto de reformas pero perdió porque Schröder fue más hábil para aprovechar el estado de ánimo que provocaron las inundaciones en una parte de Alemania poco antes de las elecciones. La candidata de la CDU para los recientes comicios también presentó un programa de reformas, que aunque para muchos era acertado, dejaba al descubierto un flanco muy sensible: sus consecuencias sociales, con lo que le puso a Schröder en bandeja un tema que le podría quitar muchos votos.

Para ver cuál de los candidatos podría ser el reformador que necesita Alemania, antes de analizar sus perfiles hay que insistir en que la mayor dificultad para su aceptación proviene de la actitud de los ciudadanos ante las reformas. Es lógico que nadie quiera perder las ventajas que tenía con el sistema anterior, sobre todo si con las reformas se beneficiarán determinados grupos, que viven bien incluso con la crisis. No basta, pues, que se ofrezcan reformas acertadas si no se demuestra también sensibilidad para repartir equitativamente cargas y beneficios.

Schröder no ha tenido una historia brillante como reformador. En su primera legislatura apenas hizo cambios por lo que estuvo a punto de perder la reelección. En el segundo mandato se dio cuenta de que no podía seguir retrasando las reformas y, con las razonables conclusiones de las dos comisiones de expertos que formó para que le asesoraran, presentó un programa objetivamente sensato pero que fue rechazado por algunos de su propio partido y le ocasionó varias derrotas en elecciones regionales, siendo la última la que le hizo adelantar las elecciones. La mejora sobre las previsiones en los últimos resultados posiblemente sólo signifique la aceptación de un mal menor ante los temores despertados por su adversaria.

La candidata democristiana partió con ventaja por los fracasos reformadores de Schröder pero ha presentado un programa quizás eficaz para reanimar la economía pero con poca sensibilidad social. Probablemente el castigo que le han infringido las urnas ha sido por apartarse de la tradición de su partido, que en sus mejores tiempos procuró siempre mantener el equilibrio entre la eficiencia económica y la equidad social. Da, además, la casualidad que en las recientes elecciones de Renania del Norte-Westfalia contra todos los pronósticos ganó el cristianodemócrata Jürgen Rüttgers, que, desviándose de la dirección actual de su partido, insistió en que la CDU tuvo en sus orígenes un componente social incorporado al sistema de la Economía Social de Mercado, uno de los factores del 'milagro alemán' en la reconstrucción de la postguerra.

Con estos protagonistas en escena es difícil decidirse por cualquiera de los dos y la solución posiblemente más ventajosa para todos los ciudadanos, aunque no para los candidatos, sería una gran coalición de cristianodemócratas y socialdemócratas, que garantizara que las reformas no se escorarían ni del lado económico, sin tener en cuenta las consecuencias sociales, ni del lado social, impidiendo la recuperación.

El problema estaría en encontrar un canciller, distinto de los que han llevado la campaña de los dos partidos, pero ni en los primeros niveles de la CDU ni del SPD sobresalen figuras con el perfil de equilibrio necesario para llevar adelante las reformas en sintonía con los valores fundamentales de los dos partidos.

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