Presupuesto con intención
El Gobierno aprobó ayer el proyecto de Presupuestos para 2006, elaborado con una holgura extraña en Europa, donde las grandes potencias no consiguen contener sus déficit públicos por debajo del 3% previsto en el Pacto de Estabilidad. España, por el contrario, dará superávit el próximo año, un 0,2% del PIB según una previsión que incluso parece conservadora, dada la extraordinaria fortaleza de la recaudación fiscal.
La estabilidad presupuestaria se ha convertido en uno de los grandes activos de la economía española y es una buena noticia que haya continuidad en ese terreno. El déficit cero no tiene que ser un dogma, como alguna vez se presentó, pero aun así es muy significativo que el Gobierno haya conseguido convencer a sus aliados parlamentarios de izquierda de las ventajas de una gestión austera y prudente.
El proyecto, que entrará en el Parlamento el próximo martes, es en cierto sentido continuista, porque aprovecha la duración de una coyuntura favorable. No hay grandes novedades fiscales, más allá del anunciado aumento de impuestos sobre alcohol y tabaco para ayudar a tapar el agujero del gasto sanitario de las autonomías. Juega a favor del contribuyente el hecho de que se deflacta la tarifa del IRPF y que se congela el impuesto de hidrocarburos. Las grandes reformas fiscales se abordarán el próximo año y no estarán en vigor antes de 2007.
Donde se ponen a prueba las intenciones del Gobierno es en la distribución del gasto. Las apuestas son la educación y la investigación y desarrollo, que crecerán un 25%, y la inversión en infraestructuras, que lo hará un 12%. A falta de que se conozcan los detalles, que son muchos y complejos, las cuentas apuntan en la dirección acertada al ponerse como objetivo la mejora del capital humano y tecnológico, que es lo mismo que ganar competitividad. Esa meta no puede alcanzarse del todo en el corto plazo, pero se agradece que empiece a quedar clara cuál es la intención de la política económica.