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Tribuna
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Lula: opinión 'versus' hechos

Como escuché una vez a un director financiero: la contabilidad es terca. Y es que efectivamente hay que saber separar y distinguir entre la opinión y los hechos.

La opinión: Brasil está sufriendo una crisis de corrupción. Los hechos: Brasil cada día es más sólido financieramente. Y ello lo demuestran una serie de factores:

-Los indicadores macroeconómicos mejoran día a día tanto la balanza comercial como la de pagos.

-La política fiscal es muy ortodoxa y no se practica el populismo fiscal. El superávit primario es sustentable en el tiempo y posiblemente supere este año el 5,3% del PIB.

-Nos encontramos ahora con un país más estructurado y con una deuda interna que no es tan sensible al tipo de cambio, al haberse prácticamente eliminado la deuda indexada al mismo.

- La meta de inflación del 5,1% se alcanzará e incluso puede quedar por debajo de dicha cifra. Así, el índice general de precios al por mayor que se espera para este año es del 2,5%, casi como la inflación europea.

-En la reciente reunión del Copom, el Comité de Política Monetaria del Banco Central de Brasil, se acordó por primera vez, después de un año del inicio de la apertura monetaria realizada por el Banco Central, reducir el tipo de interés básico (Tasa Selic). æpermil;ste bajó un 0,25% y, probablemente, eso sea el inicio de un largo periodo de reducción de las tasas de interés.

Así pues, la opinión es que el ambiente económico contrasta con el ambiente político, el hecho es que por primera vez en las ultimas décadas la crisis política está afectando poco o nada a la economía. Y como muy bien dice José Viegas Filho, embajador de Brasil en España, 'Brasil ha alcanzado un grado suficiente de estabilidad de los fundamentos macroeconómicos como para blindarlos contra las vicisitudes de la política'.

El empresario productivo está muy tranquilo con un dólar quieto, un riesgo país que no aumenta y una prácticamente nula fuga de capitales. Brasil es un país más sólido financieramente que sufre una crisis política, pero con una democracia muy fuerte, la primera diría yo de América Latina, y con dos problemas graves que resolver: la modernización del aparato político y el sistema de financiación de los partidos (nada ajeno a otras democracias occidentales), que ha sido el desencadenante de la apertura del ventilador por parte de algún político acusado de corrupto y que quiere aplicar aquello de morir matando.

A pesar de la crisis, la oposición no quiere inestabilidad política y lo único que pretende es causar el desgaste de Lula y de su partido de cara a las elecciones de 2006. Y lo que sí que está claro es que el impeachment, a lo Collor de Melo, no es previsible.

Por otro lado, al igual que en su día el pueblo brasileño tenía en su escala de valores el no a la inflación desbordada, hoy tiene uno superior: no le gusta en absoluto la corrupción, sea del tipo que sea.

En los últimos días se especula con que el presidente Lula tiene dos posibilidades. En el caso de mantener como hasta ahora sus índices de popularidad, disputaría las elecciones del 2006, para ganar o perder.

En el supuesto de una pérdida evidente y sustantiva de popularidad, posiblemente indicaría como candidato a un miembro de su partido o de otro afín, aunque esto último es harto improbable. Posibles personas de su partido serían el ministro Palocci o Tarso Genro, y como candidatos de otros partidos estarían: por el PSDM, Serra, Alckmin o el propio Cardoso; por el PMDB, Nelson Jobim o Germano Rigoto, y por el PSB, Ciro Gomez.

Pero, en todo caso, Lula entregaría un país mucho mejor que el que recibió.

Aunque no se pueden adelantar acontecimientos, esa puede ser la opinión, pero el hecho es que falta mucho tiempo para las elecciones y, por tanto, para poder opinar desde ya que Lula será derrotado, aunque cada día que pasa sus perspectivas son menos favorables por los niveles de corrupción detectados en su partido.

El propio presidente ha dicho que la verdad prevalecerá y el pueblo brasileño sabrá quiénes están practicando la corrupción es el país. Lula no actuará como Getulio Vargas, que se suicidó en 1954, Jânio Quadros, que renunció en 1961, o Joao Gulart (Jango), que fue destituido por los militares en 1964. Actuará como Juscelino Kubitschek, con paciencia, paciencia y más paciencia.

Y pienso además que si pudiéramos contemplar los hechos desde una perspectiva histórica quizás veríamos una continuidad entre Cardoso y Lula. El primero, acercándose al movimiento de la tercera vía inspirado por Tony Blair. Y el segundo, buscando una nueva izquierda que nunca existió. Pero ambos con el mismo fin: conseguir condiciones internas y externas para la modernización económica de Brasil, con un mayor grado de justicia social. Y esto es lo que interesa. Hay disputa de poder, pero no de ideología.

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