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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alemania exporta parálisis a Bruselas

Sólo faltaba el indefinido resultado electoral alemán para que la crisis de identidad y la parálisis política que sufre la UE hace casi un año se agraven hasta límites inquietantes. Por tópico que resulte, Alemania es imprescindible en la UE. Es su socio más poblado y su principal motor económico. Y la pareja ideal de Francia, con cuyo concurso lidera la construcción europea desde hace medio siglo.

Tanto Berlín como París atraviesan delicadas situaciones políticas, que pueden tener consecuencias desastrosas en el club. A las dudas sobre la atribución de la cancillería alemana se suma la lucha fratricida de los sucesores del presidente galo. La fragilidad de los dos principales socios mina la capacidad de actuación de Bruselas justo cuando el no a la Constitución ha sembrado dudas sobre la viabilidad de la UE ampliada.

Las complicaciones para formar Gobierno en Berlín trastocarán gran parte de la agenda de la UE. La negociación sobre los Presupuestos para 2007-2013 parece más condenada al fracaso. Las negociaciones para el ingreso de Turquía -deben empezar el 3 de octubre- tienen un nuevo elemento de incertidumbre. Y queda en entredicho el esperado impulso comunitario a las reformas económicas (flexibilización de los mercados laborales, liberalización del sector servicios, etcétera) que tanto han pesado en la campaña alemana. Los empresarios se han encargado de recordar que la economía alemana necesita una legislatura de Gobierno estable. Una necesidad que comparten con la UE.

El vacío temporal en Berlín sorprende a la UE en una de sus mayores crisis. Llega cuando los 25 carecen de un proyecto político que aglutine a socios con intereses dispares; cuando falta aliento económico suficiente para explotar todo el potencial del mercado único, y cuando se pone de manifiesto la falta de claridad sobre sus objetivos o sus límites geográficos. La guinda es una Comisión presidida por un José Manuel Barroso que no acaba de despegar. Ayer pidió a los líderes alemanes una solución rápida y estable para Europa, una receta que él mismo se debe aplicar.

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