La cigarra que se volvió hormiga

El cuento de la cigarra y la hormiga, que inculca en los niños las bondades del ahorro desde bien pequeños, es en cierto modo una aberración económica. Como se señala en la llamada paradoja de la frugalidad, una economía de hormigas, donde todo el mundo ahorra en lugar de consumir, apenas genera riqueza.

En una tosca analogía con la economía actual, las cigarras estarían representadas por el desaforado crecimiento del consumo y el crédito en algunas economías del mundo, empezando por Estados Unidos. Es una potencial fuente de conflictos, pero mientras este momento llega o no es el motor de la economía.

Frente a esta tendencia manirrota, las grandes compañías han tomado el camino opuesto, el de la conservadora hormiga. Lo destaca el FMI en su informe de estabilidad financiera; las empresas estadounidenses pasaron en 2003 a ser ahorradores netos, como consecuencia de la reestructuración emprendida después de la crisis de 2000.

No es una tendencia exclusiva de Estados Unidos. Desde hace tiempo la moda entre las grandes compañías europeas es extremar el mimo al accionista, aumentando los dividendos y dedicando a este apartado cada vez más flujos de caja libres. No es una decisión caprichosa, es consecuencia de la tendencia del mercado que, igual que hace unos años llevó a las grandes empresas de telecomunicaciones a dilapidar millonadas en, por ejemplo, licencias de telefonía móvil, ahora incita al sector a portarse como las hormigas del cuento infantil.

Habitualmente los déficit de inversión en algunos sectores se producen con años de retraso. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con el sector petrolero o, en ciertas zonas, con la generación eléctrica. Pero es inevitable, teniendo en cuenta que las decisiones de las empresas dependen de los caprichosos cambios de sentimiento en la Bolsa, y ésta es en definitiva la que dice si quiere cigarras o si quiere hormigas. Por eso, entre otras cosas, son tan negativos los estados de ánimo extremos en el mercado de valores.