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Columna
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La salud de la Conferencia

No cabe ninguna duda que la institucionalización de la conferencia de presidentes autonómicos ha sido una magnífica iniciativa. Lo que en principio fue criticado como una operación de pura estética política, se está convirtiendo en el máximo órgano gestor de las importantes cuestiones que nos afectan a todos. Si de verdad decidiéramos reformar nuestra Constitución, algo que hace realmente falta, se debería institucionalizar esa conferencia, que es la que evidencia primero, y sirve como coordinadora después, de los focos del poder político en la España de las Autonomías. Esperemos que tras el doloroso parto, la criatura goce de buena salud por muchos años.

Si durante el verano la conferencia era el ring designado para que los presidentes se echaran en cara los déficit o abusos competenciales de las reformas previstas de sus estatutos, una nueva carta puesta sobre la mesa ha centrado toda la atención. ¿Y qué materia puede ser más interesante que las competencias y la cuestión de soberanías de naciones y nacionalidades? Pues la pasta. Y la pasta además para algo tan trascendente como la sanidad, un ejemplo palpable del necesario entendimiento que en estas materias tienen que tener el conjunto de las Administraciones.

Recapitulemos. Las gestión sanitaria corresponde a las autonomías, que padecen anualmente graves déficit financieros en su ejercicio. ¿Motivado por una gestión ineficiente? Seguro que su gestión será mejorable, pero desde luego no es la principal causa. Según los responsables autonómicos existe un pecado original: cuando se pactaron las transferencias no se les dotó adecuadamente y por eso arrastran desde el inicio su insuficiencia financiera. Seguro que es así, pero tampoco esto explicaría que ocurra lo mismo en todas ellas, independientemente del resultado de su negociación.

Desengañémonos. El problema real es que el gasto sanitario crece desbocadamente. Los ciudadanos cada vez queremos vivir más y mejor.

Por eso, además del permanente esfuerzo en la mejora de la gestión -ahí sí que nunca se puede bajar la guardia- tendremos que prepararnos para invertir más en ella. Los ministros de Trabajo solíamos acertar con nuestras previsiones de gasto en pensiones, mientras que los de Sanidad sistemáticamente se quedaban cortos. Y eso seguirá ocurriendo.

No se trata pues de repartir el dinero que tenemos, sino de poner más sobre la mesa. Y ahí vienen los problemas. ¿De dónde lo sacamos? Debemos recordar que inicialmente sólo gozaban de la sanidad los cotizantes al sistema de seguridad social y sus familiares. Tras la universalización de la prestación, la sanidad se desgajó de la seguridad social -aunque la gente todavía piensa que está en ella- para ser financiada a partir de los Presupuestos Generales del Estado.

Las medidas extraordinarias anunciadas por el gobierno supondrán una inyección de 2.465 millones de euros. De esta cuantía, una parte procederá de los Presupuestos Generales, y otra de unos recargos tributarios sobre alcohol y tabaco, que recaudará el Estado, dejando a las autonomías que recarguen impositivamente las gasolinas -ya lo hacen algunas de ellas- y la electricidad. Es decir, se apunta hacia dos nuevas tendencias. La primera, a financiar con impuestos indirectos sobre el consumo una prestación universal y, la segunda, a establecer efectiva y visiblemente un principio de corresponsabilidad financiera entre Estado y Autonomías. Lo primero es dudoso, lo segundo deseable.

En todo caso, el debate se hace artificialmente finalista. En verdad lo que estamos es ante una subida de impuestos para pagar una sanidad que cada día nos exige más.

Pero hay algo de toda esta dinámica que es extraordinariamente positivo. El procedimiento y la mesa de debate. La propuesta se llevará primero, hoy mismo, al Consejo de Política Fiscal y Financiera, donde suponemos que los consejeros de Economía se tirarán los trastos a la cabeza. Todos querrán más, y ninguno se mostrará dispuesto a poner un duro sobre la mesa. Hasta ahí, lo habitual. La gran novedad es la incorporación del nuevo órgano supremo, la Conferencia de Presidentes, que adquiere una naturaleza cuasi federal.

Que se haya puesto sobre la mesa de todos los presidentes el grave problema que llevamos años incubando es del todo afortunado. Ya veremos qué resultados obtienen. Pero por lo pronto nuestro primer diagnóstico es que la Conferencia de Presidentes puede gozar de buena salud.

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