La hora de la gran fusión energética
La gran operación de concentración energética que lleva años frustrándose en España parece estar por fin madura. Tras un baile con diferentes cambios de pareja, la música vuelve a sonar otra vez al compás que marca Gas Natural. La gasista ha vuelto a poner su mirada en Endesa, aunque la eléctrica no parece estar por la labor.
El artífice de la operación, que ha cogido por sorpresa al mercado, ha sido La Caixa y más en concreto su presidente, Ricard Fornesa. El movimiento, en el que los equipos de la empresa opante han trabajado durante todo el mes de agosto, tiene todo el sentido estratégico y económico, pues creará, si culmina con éxito, una de las mayores empresas energéticas del mundo. No en vano es una operación de 22.600 millones que, además, genera unos importantísimos ahorros de costes.
Al margen de los fríos números, la operación de Gas Natural tiene otros componentes de igual o mayor calado. En primer lugar, abre la puerta de par en par a la más que necesaria reordenación del sector energético español, uno de los objetivos que se marcó el ministro de Industria, José Montilla, cuando tomó posesión de su cargo.
Los analistas consultados ayer sostienen que la operación en conjunto, es decir, teniendo en cuenta la venta de activos a Iberdrola, tiene la ventaja de crear un par de actores realmente importantes en el terreno del gas y la luz, al margen de los demás operadores del sector. Pero ha de conllevar además un incremento efectivo de la competencia, extremo que, en todo caso, deberán salvaguardar las autoridades que velan por la competencia en el mercado eléctrico nacional. Es, además, una oportunidad de oro para que la Comisión Nacional de la Energía (CNE) demuestre su carácter técnico y aleje el fantasma de intervencionismo político que arrastra desde que frenó la fusión entre Gas Natural e Iberdrola.
Otra de las ventajas del esquema que se plantea es el retorno a la división territorial del grupo. La nueva empresa tiene previsto renovar su estructura y volver a una composición similar a la que tenía Endesa antes de la integración de las filiales. Es decir, con sociedades anónimas independientes dentro de cada territorio de influencia, en un claro intento de acercar la gestión a las necesidades del terreno. Ello se completará con una doble sede corporativa, una en Madrid y otra en Barcelona.
La operación tiene, indudablemente, un profundo calado político. De hecho, ayer mismo afloraron las primeras diferencias entre los partidos políticos. El PP criticó durísimamente la operación, alegando que restringirá la competencia y tratando de vincularla a ataques contra los presidentes de algunas empresas públicas privatizadas. El Gobierno, que estaba informado de las intenciones de Gas Natural, y el PSOE prefirieron no pronunciarse, mientras que CiU argumentó que es un movimiento estrictamente empresarial. En este punto nace otra oportunidad de oro para acabar de una vez por todas con el enorme peso de la política en la vida de las grandes empresas. Hay que dejar al mercado funcionar y a los empresarios ser empresarios.