Las cuentas del desastre
A medida que lucha para absorber la tragedia humana del huracán Katrina, la nación EE UU gira su atención hacia sus consecuencias financieras (...). La verdad es que los desastres naturales trastornan sorprendentemente poco la economía. Afectan a esta de dos maneras. Destruyen bienes de capital (casas, carreteras, fábricas...), y alteran el curso ordinario de la producción y el consumo.
En una gran economía (...) los bienes de capital de una ciudad entera apenas representan un golpe modesto (...). Las aseguradoras estiman que su porción en la reconstrucción tras Katrina será de 25.000 millones de dólares e, incluso si se asumen las pérdidas no aseguradas, el total podría llegar como mucho a 100.000 millones. Esto no es una catástrofe en términos económicos (...). Los desastres deprimen la producción económica temporalmente, pero después viene la fase de reconstrucción, que trae un empujón compensatorio.
Es posible que este desastre sea económicamente más significativo porque cayó sobre una vulnerabilidad preexistente. Antes de Katrina, los americanos se enfrentaban a un petróleo caro (...). Por el momento, una recesión no parece probable (...). Ahora la nación debe centrarse en ayudar a quienes han cargado con la peor parte, no en preocupaciones económicas.