Pensando en el yuan
El 21 de julio, China anunció el fin de la paridad que durante una década ha mantenido el yuan con el dólar. Las autoridades de este país revaluaron la moneda un 2% frente a la americana y la pegaron a una cesta de divisas en la que se le permitirá una mínima fluctuación.
Políticos y economistas de EE UU celebraron este paso pequeño, pero simbólico. Es un gesto que satisface a la industria exportadora americana, que lleva años acusando a China de competencia desleal por inundar el mundo de productos con precios artificialmente bajos por la infravaloración del yuan y su mano de obra barata.
Pero de momento, el efecto será casi nulo. Los analistas dicen que el impacto en el inmenso déficit comercial de EE UU será imperceptible. El alcance del gesto dependerá de la flexibilización que se añada en el futuro y cómo de rápido.
¿Todos contentos con el camino que ahora comienza?
No tan deprisa. La mayoría de los analistas prefiere no dramatizar, pero han advertido que algunos efectos no son tan positivos para EE UU.
Para empezar, la previsible caída del dólar frente al yuan (un 10% en el próximo año, según Goldman Sachs) facilitará la compra de empresas extranjeras por parte de las chinas y opas como la de Cnooc sobre Unocal serán frecuentes.
No es algo que guste, pero realmente el debate más encendido versa sobre una posible e indeseada subida de tipos. 'El cambio en la política de China añade una nueva incertidumbre, que junto con la restringida inversión global y los precios de la energía, puede impactar el nivel neutral de los tipos', decían los analistas de Citigroup.
Lo que más preocupa no es el posible, aunque improbable, alza de la inflación. De hecho, según Merrill Lynch una revaluación del yuan del 10% no tendría más que un impacto muy marginal en los precios. El peor escenario es que Asia deje de comprar bonos del Tesoro y dólares.
Al deshacer la paridad con el dólar y optar por una cesta de monedas, se da por sentado que los chinos necesitarán diversificar más sus reservas de divisas y es razonable que dejen de comprar bonos del Tesoro al ritmo que lo han hecho hasta ahora. China es, tras Japón, el segundo tenedor de deuda de EE UU (unos 190.000 millones de dólares).
Malaysia ha seguido a China y Stephen Roach, de Morgan Stanley, dice que un yuan más flexible aumenta la posibilidad de que Asia 'elimine la apuesta artificial por los activos denominados en dólares, lo que ha sido un subsidio para los tipos de interés'. Esto presionará al alza los tipos, desestabilizará activos sensibles a la inflación como el mercado de la vivienda, y el consumo en general.
Ed McKelvey, de Goldman Sachs, también contempla esta posibilidad, pero con menos pesimismo y piensa que en un mercado con tanta liquidez como el los bonos de EE UU, 'una presión inicial al alza de tipos podría atraer más demanda al mercado procedente de otras fuentes'.
En el lado positivo se sientan también los analistas de Citigroup que esgrimen que 'los bancos centrales de Asia temen una caída desordenada del dólar' y por ello 'es probable que no se embarquen en cambios que puedan dar lugar a lo que quieren evitar'.
Se verifiquen o no los escenarios que se plantean, los economistas coinciden en que hay que alabar que el paso chino haya sido corto y no haya alterado los precarios desequilibrios.