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Atentado en Londres. Tribuna.

¿De verdad vivimos en un mundo más seguro?

De nuevo, el horror. El atentado múltiple, coordinado e indiscriminado de ayer, sacude, una vez más, a la humanidad de bien. Los servicios de seguridad británicos llevaban meses advirtiendo de la posibilidad de 'un atentado similar al de Madrid'. Acertaron: estamos ante un atentado de idéntica factura. Varias bombas explotaron coordinadamente buscando el mayor número de muertos. Y se ha producido en unas fechas especialmente significadas. Si en Madrid ocurrió tres días antes de unas elecciones generales, en Londres acontece bajo una doble circunstancia de resonancia internacional: la nominación como sede olímpica y el inicio de la cumbre del G-8. Ya tenemos dos constantes del terrorismo global. Extender el terror masivo con atentados indiscriminados y alcanzar la máxima notoriedad. El nuevo terrorismo busca matanzas indiscriminadas. No atenta contra objetivos políticos, militares o estratégicos; es demasiado difícil y poco rentable. Ataca en zonas de alta aglomeración civil, donde se puede causar multitud de muertos con poco esfuerzo. Y en fechas significadas. Produce escalofríos percibir la mente fría que juega al ajedrez del terror y pronuncia el sanguinario 'ahora' cuando considera que las condiciones son las más adecuadas.

¿Qué objetivo pretende? ¿Castigar al Gobierno Blair por participar en la guerra de Irak? ¿Demostrar a Occidente que pueden golpear cuándo y cómo quieran? ¿Intentar atraer a los que se oponen al modelo de globalización representada en el G-8? ¿Advertir a los posibles socios de EE UU? Seguramente algo de todo. Y ahora ¿qué? De la experiencia, algo sabemos. Reacciones de condena, solemnes palabras de los líderes juramentándose en acabar con el terrorismo internacional, brusca caída de las Bolsas, posiblemente agudizadas por encontrarse el epicentro en la City de las finanzas europeas. Después, poco a poco, volverá la calma.

Los terroristas se sienten fuertes. Saben que con poco esfuerzo generan alta notoriedad. Son percibidos por muchos como el nuevo David que se atreve a castigar al Goliat estadounidense. Y eso los crece. Y en eso debemos pensar, si de verdad queremos atajar la lacra terrorista.

Ya podemos decirlo bien alto, la estrategia contra el terrorismo ha fracasado

Tras los atentados del 11-S, la reacción occidental fue intentar demostrar su poder. Se invadió Afganistán e Irak argumentando que eran batallas imprescindibles contra el terrorismo. Ya podemos decirlo bien alto. La estrategia ha fracasado. Existen hoy más terroristas potenciales. La filosofía neoconservadora y hobbesiana de guerra y fuego está generando más terror. No podemos continuar por ahí. Los terroristas brindarían porque la reacción occidental fuese idéntica. Golpear a otro país, población civil incluida, y despreciar, en su conjunto, los valores del islam. Sería ahondar en el error. No podemos caer en la simplificación de que mundo musulmán es nuestro enemigo. Es falso. Los malos son los terroristas, los fanáticos y todos los que predican el terror y la intolerancia. Tiempo tendremos de analizar y condenar. Hoy, conmocionados, debemos sentirnos muy cerca de las víctimas, de sus familias y de todos los londinenses.

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