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Columna
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Dimensión económica del terror

Riesgo e incertidumbre son rasgos esenciales y constantes de la actividad económica. El primero es asegurable y la segunda, relativa a acontecimientos sin precedentes y sensible al cambio en las pautas de comportamiento humano, es un aspecto intransferible de la vida empresarial. Los riesgos del mercado se superponen a los accidentes, la acción de la naturaleza y de enemigos sociales como el terrorismo. Las empresas consideran cada riesgo de modo específico, trasladan algunos a compañías de seguros, autoaseguran otros y hay situaciones en las que se renuncia a la actividad. El terrorismo busca, a veces con éxito, lo último.

En cada decisión hay distintas combinaciones de alto o bajo riesgo y alta o baja intensidad. La combinación de valores bajos en los dos aspectos es apropiada para la expansión económica; alto riesgo pero de baja intensidad es soportable; en cambio, las situaciones de bajo riesgo pero alta intensidad son difíciles de sortear. Así, en la decisión de dónde localizar una actividad productiva, la probabilidad de un atentado puede ser ínfima, pero, a posteriori, la dificultad de explicar a un consejo la opción tomada puede ser enorme, y ante la imposibilidad de articular una justificación convincente puede optarse por alternativas que eviten esa eventualidad. En la medida en que se reduce la tasa de utilización de instalaciones y de medios de transporte, su valor de uso baja y también su precio, lo que se refleja en las cotizaciones bursátiles, de modo que el terror afecta negativamente al nivel de actividad económica y al empleo.

En las decisiones individuales ocurre algo parecido. Las familias evitan las situaciones en las que sus miembros se exponen a cualquier tipo de desgracia, por lo que actividades como el turismo son muy sensibles a entornos de inseguridad reconocida, incluso la posibilidad de ser víctima de enfermedades. Por lo mismo, también los desplazamientos por razones laborales se ven afectados.

El terrorismo también minimiza riesgos y maximiza resultados. En su caso, el ataque indiscriminado y ciego es menos expuesto y tiene mayor efecto amedrentador porque lo extiende a una población amplia. Cuando se cree que el fin justifica los medios y la vida humana no cuenta no hay análisis de costes y resultados. Al contrario, cuanto mayor es el coste en vidas y estragos, mejor, porque el coste va a cuenta de terceros y magnifica los logros. La racionalidad terrorista es la contraria a la económica. La lógica subyacente es infame pero es coherente y efectiva. El nihilismo carece de valores. La destrucción es su medio y su objetivo. La retórica que lo cubre persigue captar incautos que aumenten la capacidad de hacer daño, de ahí que se deba hacer frente al terrorismo, su entorno, su cobertura y sus coartadas.

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