Blair asume la presidencia de la UE lastrado por su enfrentamiento con Chirac
El Reino Unido asume hoy la presidencia de la UE de 25 países. Tony Blair dispone de un escasísimo margen de maniobra para conseguir dejar en Bruselas alguna huella duradera.
El primer ministro británico, Tony Blair, sustituye hoy a su homólogo luxemburgués, Jean-Claude Juncker, en la presidencia de la UE. El relevo semestral, que suele pasar desapercibido salvo en las capitales implicadas, cobra esta vez una relevancia especial para toda la Unión, tanto por el carisma del presidente entrante como por la gravísima crisis que atraviesa el club.
Londres mantiene el mismo programa de trabajo (Ronda de Doha, África, cambio climático, directiva de servicios, regulación del sector químico) que esbozaron sus diplomáticos en enero. Pero Blair recoge el testigo marcado por la victoria del no en los referendos francés y holandés sobre la Constitución europea. Y sólo 15 días después de una agria cumbre en la que, en gran parte por culpa del enfrentamiento entre Londres y París, los Veinticinco no lograron acordar los presupuestos comunitarios.
Fuentes diplomáticas advierten que esa última disputa (motivada por los recíprocos ataques al llamado cheque británico y a la política agrícola común) ha reabierto las profundas heridas surgidas en los meses previos a la invasión de Irak.
El enconado enfrentamiento entre Blair y el presidente francés, Jacques Chirac, reduce aún más el escaso margen de maniobra de Londres, ya limitado por la neutralidad que debe mantener como presidencia.
Gran Bretaña, además, ha convertido la propagación de su modelo económico, que ya nutrió la fracasada estrategia de Lisboa, en la prioridad absoluta de su mandato.
Pero las transformaciones necesarias en ese terreno son de competencia nacional, no comunitaria. Y el ministro británico de Finanzas, Gordon Brown, no se sienta en el Eurogrupo, donde sus colegas de la zona Euro coordinan esas reformas macroeconómicas.
Con ese telón de fondo, Blair puede aspirar durante su mandato a poco más que a iniciar un debate, a nivel mediático al menos, sobre el futuro de la UE y la vigencia de su modelo actual. Fuentes británicas reconocen que 'la presidencia no cuenta aún con un plan para sacar a la Unión de la crisis' y que 'el debate a largo plazo corresponderá a la presidencia austriaca en 2006'.
Pero Blair no se arredra. Y ha alentado con una aclamada comparecencia ante el Parlamento Europeo las esperanzas en una gran presidencia. 'Tiene seis meses para hacer un cambio de concepto o algo que se pueda presentar como tal', confía uno de los europarlamentarios seducidos por Blair.
De momento, cuenta con Suecia e Italia como aliados claros, pero insuficientes para acometer iniciativas ambiciosas. Los socios del Este parecen decantarse por Londres, como ya hicieron en la guerra de Irak. Pero en aquella ocasión Reino Unido sólo pudo hacer frente al eje franco-alemán gracias al apoyo de José María Aznar.
El próximo 27 de julio, Blair se reúne con José Luis Rodríguez Zapatero. Y de la actitud del presidente del Gobierno español puede depender que la balanza comunitaria se incline o no esta vez a favor de Blair.
Un semestre entre el voluntarismo y la parálisis
'Seis meses después de vacaciones'. Así resume un funcionario comunitario sus expectativas ante el comienzo de la presidencia británica de la UE. Londres deberá combatir estos augurios de anquilosamiento que recorren Bruselas, aunque estén más relacionados con la supervivencia política de Jacques Chirac en el Elíseo que con el relevo en la presidencia.La agenda internacional del club le ofrece al Gobierno de Tony Blair la ocasión más propicia para demostrar la vitalidad de su semestre. Como ya está haciendo con su presidencia del G-8, Londres convertirá al continente africano en la estrella incontestable de su mandato europeo. Más reticencias provoca el pretendido impulso a las relaciones con EE UU, un país al que Blair reconoce como 'la única superpotencia del planeta'. Más dificultades presenta la labor interna. Su apoyo a la llamada directiva Bolkestein se topará con el rechazo de Francia. Y el 3 de octubre necesita el apoyo unánime de los socios para iniciar las negociaciones de adhesión con Turquía.