Deontología y profesión
La actividad profesional es fundamental para el desarrollo de cualquier economía o sociedad. Sin embargo, nos centramos mucho en el estudio de la empresa y muy poco en el desempeño profesional. Pues bien, al igual que la moderna gestión empresarial asume públicamente los principios de la responsabilidad social, los profesionales deberán reafirmarse en sus respectivos códigos deontológicos, adecuadamente actualizados.
¿Qué es un profesional? El Diccionario de la Real Academia Española define el término profesión como 'empleo, facultad u oficio que una persona tiene y ejerce con derecho a una retribución'. ¿Nos es suficiente esa definición? Creo que no. Habría que añadirle, al menos, los conceptos de especialización, conocimientos de la materia, así como sometimiento a un código deontológico, todo ello dirigido hacia un conocimiento y un reconocimiento por parte de la sociedad. Es decir, que un profesional es un especialista en un oficio, actividad o arte determinado, que debe ser identificado como tal por el resto de la sociedad.
¿Es lo mismo ser profesional que empresario? Lógicamente no, aunque a veces cuesta definir las diferencias. En ambos casos se corren riesgos económicos y se pueden tener personas a cargo, pero sin embargo son nociones diferentes. En los profesionales, el valor añadido de su actividad recae sobre su propia persona, mientras que en el caso de los empresarios el valor añadido reside en su organización. Un empresario es el que hace empresa, y un profesional el que desarrolla con habilidad un oficio. Por eso, el profesional suele resultar indispensable para su negocio, mientras que el empresario puede ausentarse, ya que la organización trabaja para él.
Los clientes que acuden a un profesional lo hacen buscando sus servicios personales, los que acuden a una empresa buscan los servicios o productos que una marca les ofrece. Un profesional resulta imprescindible, un buen empresario puede abandonar su empresa sin que su actividad se resienta.
Pero profesión no es sólo especialización, presupone también una determinada deontología, que genera confianza y prestigio en la sociedad. El diccionario define deontología como 'la ciencia o tratado de los deberes'. Código deontológico nos evoca conceptos éticos. El diccionario afirma que la ética es la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. De nuevo los deberes y las obligaciones. Más que obligaciones, prefiero el uso del concepto de responsabilidad, en línea con las nuevas tendencias de gestión empresarial de responsabilidad social de la empresa, que va más allá del concepto moral del bien y el mal, para autoexigirse como un compromiso con la sociedad.
La profesión tendrá futuro en la medida que sea deontológica. La responsabilidad genera confianza, y la confianza tiene un alto valor patrimonial y económico. El código deontológico es fundamental para el futuro de cualquier profesión. Debe ser una seña de identidad tan importante como la titulación y la formación. Esos son los tres pilares sobre los que se cimienta.
Al igual que las empresas están incorporando a su propia gestión principios de responsabilidad social, los profesionales deberán incrementar su compromiso deontológico.
La visión social de la empresa ha cambiado a lo largo de los tiempos. Inicialmente, se asociaba empresa con capital exclusivamente; su única exigencia era la optimización de beneficios. Actualmente la opinión generalizada es que la búsqueda de esos imprescindibles beneficios no debe ir reñida con la responsabilidad ante la sociedad.
Pero... ¿no es suficientemente social el correcto funcionamiento de una empresa? Efectivamente, una empresa que funcione adecuadamente, cumpliendo todos los requisitos legales, ya está generando valor social. ¿Por qué calificar a unas como socialmente responsables y a otras no? ¿No es suficiente pagar los impuestos, cumplir la ley y crear empleo? La responsabilidad social de la empresa es un compromiso que va más allá del simple respeto a las normas. Aborda, al menos, los siguientes ámbitos y responsabilidades: ante las obligaciones públicas -impuestos, permisos y honestidad, entre otras-, ante los accionistas y trabajadores, ante el medio ambiente, así como apoyo a diversos programas sociales y contratación de los más desfavorecidos.
El mercado premia a aquellas empresas a las que reconoce como socialmente responsables. También lo hará con aquellos profesionales que lo sean. La confianza es cada día un activo más rentable.