Una política de Estado
La inmigración es un fenómeno necesario para las economías desarrolladas. El nivel de bienestar que han alcanzado se debe, en buena parte, a la incorporación de manos, mentes y corazones que contribuyen al desarrollo de una sociedad y de un país. Mientras la población de las sociedades desarrolladas envejece sin que nuevas generaciones vayan reemplazándola, las de los países del Tercer Mundo se han multiplicado en los últimos años sin que los recursos de sus naciones lo hayan hecho al mismo ritmo, tal y como predijo Malthus, y, por tanto, emigran hacia los países del bienestar en busca de trabajo que les permita mejorar su situación económica y la de sus familias.
Estos fenómenos tienden a equilibrarse de manera natural por medio de la inmigración. Sin embargo, la falta de una política inmigratoria que ordene la entrada de trabajadores extranjeros de acuerdo a las necesidades reales de un país, puede desbordar la entrada de inmigrantes llegando al umbral del conflicto social. Eso es lo que pretendemos evitar en nuestro país y para ello hemos dado ya los primeros pasos. Las regularizaciones realizadas en España por Gobiernos anteriores, fundamentadas en el principio de 'porque ya están aquí', habían tenido un efecto llamada al pensar los inmigrantes que lo importante era entrar de cualquier forma en España, porque una vez aquí nadie los iba a echar fuera y sólo había que esperar a que se abriera un nuevo proceso de legalización para conseguir los papeles de residencia legal. Mientras, se beneficiaban de nuestros servicios públicos sin aportar nada a su contribución.
Desde la oposición, el PSOE había comenzado a trabajar, mucho antes de ganar las últimas elecciones generales, para elaborar soluciones que permitieran sustentar una política de Estado sobre este tema. Quienes ahora tenemos responsabilidades de gobierno en este ámbito, hemos tenido muchas reuniones con organizaciones de inmigrantes, con las ONG que trabajaban con ellos e, incluso, hemos realizado múltiples contactos con representantes de otros Estados que nos aportaron un conocimiento muy amplio de los países de origen y de las motivaciones profundas de su decisión de salir en busca de un futuro mejor.
Por eso, la llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha supuesto un golpe de timón en las políticas migratorias. Era urgente adoptar un principio regulador de los movimientos migratorios y éste iba a ser el arraigo laboral porque el trabajo garantiza unos ingresos que son la mejor garantía para la entrada de los inmigrantes en los circuitos económicos y sociales de un país. Es decir para su integración real como vacuna contra la xenofobia. El trabajo nos hace titulares de derechos y de obligaciones; nos eleva a la categoría de ciudadanos que participan tanto en la generación de la riqueza del país como en beneficiarios de la misma. Y ni más ni menos que esto es lo que se ha propuesto el Gobierno con su política migratoria.
Esta es la causa por la que el proceso de normalización se ha sustentado sobre la demostración de ser titulares de un contrato de trabajo. Y la relación laboral será la vía principal que quedará abierta para el futuro. El Gobierno, junto con empresarios, sindicatos, ONG, y la mayoría de grupos parlamentarios abrió un proceso para legalizar la situación de trabajadores extranjeros. Se han presentado cerca de 700.000 solicitudes que van acompañadas de otros tantos contratos de trabajo y de cotizantes a la Seguridad Social.
Ahora, el paso siguiente es facilitar la integración de estos inmigrantes. Al ser una competencia de comunidades y ayuntamientos, el Gobierno central ha destinado para este ejercicio 120 millones de euros para hacer frente a esa importante tarea. Este dinero comenzará a llegar inmediatamente a las Administraciones que tienen que aplicar las políticas de integración que son la base para evitar brotes indeseables de xenofobia.
Este Gobierno, desde que tomó posesión, ha apostado por una política inmigratoria libre de demagogia y electoralismo. Los flujos migratorios van a marcar el siglo XXI y somos conscientes de que el futuro de nuestro Estado de bienestar depende, en buena parte, de las soluciones que se den a este tema por sus repercusiones económicas y sociales. Tan perjudiciales para nuestra sociedad son los planteamientos xenófobos como los planteamientos laxos que desprecian la inmigración y el drama humano que hay detrás, y que se sirven de ella para engordar una economía que no beneficia al conjunto de la sociedad, sino sólo a unos pocos.
Sí a la inmigración con los cauces adecuados para que, tanto los que vienen como los que formamos parte de este país, nos beneficiemos mutuamente. El escritor alemán del siglo XVIII, Christian Gellert dijo: 'Tú careces de lo que otros tienen, y éstos están faltos de lo que tú posees; de esta imperfección surge la sociedad'.