Mal momento para dar avisos
Yo sé que en los consejos europeos se intercambia, por decirlo así, un artículo de la ley de opas por la cuota de pesca de anchoa. La gente no es consciente de eso, o no lo expresa así, pero sabe que las directivas caen llovidas del cielo pero hay que cumplirlas. Cuando eso afecta a temas importantes, no gusta'. Un observador de la vida política en Bruselas -partidario con todo del sí- resumía con esta claridad el auge del no.
El rechazo francés es un varapalo muy serio para Europa. Sobre todo para la Europa de los consejos a puerta cerrada, diseñada a espaldas de los ciudadanos. Pero es esta la Europa actual, la que ha permitido la estabilidad monetaria del euro y la integración de mercados. La que ha obrado en buena medida el crecimiento económico de España en los últimos años.
Por eso llama la atención la reacción tranquila y pragmática de los mercados, que parecen conocer el plan B de Bruselas. No lo saben, pero están atenazados por la actualidad. Saben los operadores que en Estados Unidos no atienden a zarandajas de este tipo y que, si mañana a Wall Street le da por subir, el operador que venda tras oír el non de los franceses quedará en fuera de juego. Así, no conviene sacar, a la vista de la reacción de los mercados y de los habitantes de la torre de marfil de Bruselas, la conclusión de que nada pasa. Sí que pasa.
Pasa, sobre todo, que la Europa de los consejos a puerta cerrada puede ser la única posible. El no francés es distinto al no británico. Una unión como la europea se basa en la negociación, en cambiar las anchoas por las opas con la convicción de que será mejor para todos ir juntos. Es posible que Bruselas entienda el mensaje y se pueda diseñar una Unión Europea más cercana al ciudadano. Pero también es posible un escenario de regresión en la integración europea. Por eso el mensaje francés es malo para el mercado. Si se trataba de dar un aviso a la torre de marfil, es mal momento para ello.