¿Liderazgo de banda ancha o estrecha?
La visión y enfoque que muchos de nuestros políticos tienen de su cometido y contribución a los fines de los partidos que representan contrasta con el liderazgo directivo que actualmente más buscan y necesitan las organizaciones en este mundo cada día más complejo, global e interdependiente, donde todo está relacionado con todo.
El pasado debate sobre el Estado de la nación invita a unas reflexiones sobre la democracia y el liderazgo. Si la primera consiste en la representación de la voluntad mayoritaria mediante un hombre un voto, su espíritu y valores residen, sobre todo, en escuchar a la minoría y en la búsqueda del consenso. La desbandada de diputados que el segundo día daba al Parlamento un aspecto desolador no es sólo una falta de respeto a los grupos minoritarios y a los ciudadanos, sino a la esencia y valores más exquisitos de la democracia.
En cuanto al liderazgo, el choque frontal entre Zapatero y Rajoy, y las dificultades de cooperación entre los dos grandes partidos ponen en peligro el necesario acuerdo de todas las fuerzas políticas en la lucha contra el terrorismo de ETA. Es imprescindible para esto la búsqueda de consenso entre todos los líderes y fuerzas de la democracia.
'Antes buscábamos expertos en banda ancha. Ahora necesitamos directivos y líderes de banda ancha, no sé si me explico', nos comentaba el presidente de una gran multinacional de alta tecnología y telecomunicaciones.
Otro alto directivo nos describía recientemente el perfil básico del vicepresidente de Sistemas de Información para Europa que íbamos a buscar: 'La experiencia en sistemas y arquitectura informática la damos por supuesta. Lo que, ante todo, necesitamos es una persona con un liderazgo integrador, capaz de construir con su equipo de colegas franceses, alemanes, italianos, holandeses y belgas algo superior a lo que cada uno de ellos está haciendo en su país: una arquitectura común, una casa en la que van a vivir, que no va a ser a gusto completo de cada uno, pero que va a servir para todos, y todos la van a compartir para trabajar más eficazmente.'
Otro alto directivo nos resumía la historia de su grupo: 'Venimos de una organización centralizada, funcional y jerárquica, donde cada uno tenía un único jefe. Pasamos después a una organización matricial, por país, producto y mercado, con dos o tres jefes a quien reportar. Ahora ya no somos matriciales, sino reticulares, y con muchas dimensiones: países, productos, sectores, líneas de negocio, regiones, soluciones globales... Lo normal para cualquier proyecto es tener que contar con varios responsables. Si antes buscábamos directivos con experiencia concreta, orientados a resultados, con liderazgo y capacidad de trabajo en equipo, ahora, además de todo lo anterior, han de trabajar eficazmente con distintos países, visiones y culturas, buscar soluciones integradoras y construir algo superior, por encima de lo local y de uno mismo. Son tantas las dimensiones que ahora tiene este grupo que la resultante de ellas es mucho más difusa para poder definir el perfil ideal de directivo eficaz e integrado en nuestra cultura. Además de formación, capacidades y experiencia, casi todo se podría resumir en actitud y talante de la persona: ser capaz de compartir y abordar con otros los problemas en toda su complejidad e implicaciones, con enfoque global y multidimensional, para lograr la mejor solución para todos, aunque no sea la ideal para cada uno. Es simplemente saber escuchar y trabajar eficazmente con los demás para alcanzar fines superiores.'
La visión que estos directivos tienen del liderazgo podría ser de gran utilidad para muchos de nuestros políticos, cuyo enfoque de los problemas a veces apenas contempla la realidad más allá de las fronteras de su partido, territorio, o ideología.
El líder que en el mundo actual se enfrenta a la realidad con un enfoque parcial o sólo interesado en el beneficio de su área, no entiende que los problemas internos casi siempre se empiezan a resolver desde fuera y con acuerdos. Sufre así la paradoja de que el truncamiento o la fisura que crea en el sistema general termina viviéndolos en su propia parcela, al generar tantas fuerzas contrarias externas que rechazan y hacen imposibles sus propósitos internos, dejando en entredicho su liderazgo local.
Es imprescindible que tanto Zapatero como Rajoy -no hablemos de Maragall y de Ibarretxe- muestren que su liderazgo es de banda ancha, centrado en construir algo superior, que es una España entera y sin terrorismo. El liderazgo de banda estrecha ya no es el que se necesita ni en las organizaciones ni en la política del siglo XXI.