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A fondo

Atrapar la oportunidad de la industria aeronáutica

Los últimos meses se han complicado en el seno del feliz nuevo líder mundial de la construcción aeronáutica; la compañía europea EADS y su potente filial de aviación comercial, Airbus.

Atrás queda la consolidación en 2004 del dominio en el sector, superando al gran competidor estadounidense Boeing, tanto en entregas como en aeronaves contratadas. En la memoria se conservan las imágenes recientes y espectaculares del lanzamiento y primer vuelo del superjumbo europeo A-380, el mayor avión de pasajeros de la historia.

En pocas semanas, algunas noticias inquietantes han enturbiado los días de gloria.

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La imposibilidad de realizar la sustitución, tal como estaba prevista, en la cúpula de EADS es una de ellas. Los copresidentes Rainer Hertrich (el alemán) y Philippe Camus (el francés) se encuentran cesantes, pero no se ha podido nombrar como nuevos copresidentes a Thomas Enders (el nuevo alemán) y a Noel Fergeard (el nuevo francés).

Reina el vacío de poder y nadie da una explicación convincente más allá de la que todos suponen: que se mantiene enconada la eterna lucha por el poder entre germanos y galos.

Las malas noticias nunca vienen solas. En los últimos meses se ha confirmado lo que se venía barruntando: que Boeing ha despertado y que el lanzamiento de su nuevo avión transoceánico, B-787, se ha convertido en un éxito comercial, tres años antes de su puesta en servicio, prevista para 2008.

Las aerolíneas de medio mundo han quedado prendadas de este avión revolucionario capaz de transportar 300 pasajeros a 15.000 kilómetros sin escalas, con un gasto de combustible un 20% inferior a los aparatos en servicio. En doce meses, Boeing ha vendido 261 unidades, mientras los aviones comparables de Airbus no han alcanzado 100.

En este ambiente contradictorio que vive el hogar de EADS y Airbus, el pequeño de la casa mantiene una actitud recatada y prudente. El Gobierno español, propietario del 5% del conglomerado aeronáutico europeo a través de la SEPI, prefiere resguardarse en su tradicional política de equidistancia y amistad con todos, sin ganarse la inquina de ninguno.

El benjamín español, sin embargo, se está haciendo mayor y, si bien no tiene aspiraciones de poder, ha definido con precisión cuales son sus objetivos.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en su intervención en la presentación del superjumbo A-380 en enero último, expresó con claridad esta ambición única e irrenunciable. 'Hemos aprendido mucho de nuestros socios europeos y ahora queremos agradecer la ayuda recibida, aumentando nuestra contribución y nuestra carga de trabajo en todos y cada uno de los proyectos de EADS y de Airbus'. El listón que el propio Zapatero marca se sitúa en el 10% de retorno industrial que el sector aeronáutico español ya tiene en el A-380.

La primera oportunidad de la parte española para demostrar que sus pretensiones son irrenunciables ya se ha presentado. Se produce con motivo del lanzamiento del nuevo avión de Airbus, 350. Una nave que ha nacido deprisa y corriendo para intentar atajar los destrozos que realiza en el mercado mundial el éxito del aparato de Boeing 787.

El fabricante europeo se ha embarcado en un proyecto que, al principio, era poco más que una reforma de las versiones actuales del A-330 y A-340. Pero la magnitud del envite de su competidor le obliga a desarrollar una aeronave completamente nueva, lo que implica afrontar una inversión también desorbitada, de 4.600 millones.

La dirección franco-alemana de EADS-Airbus ha comunicado a su socio español que no puede aspirar en el nuevo proyecto a una participación industrial que supere el 5% al que le da derecho su cuota en el capital de la compañía. No sólo eso; reclama, además, un esfuerzo económico adicional en forma de ayudas para poder financiera los elevados costes del desarrollo del nuevo aparato que suponen para el Ministerio de Industria un desembolso de 100 millones de euros.

El benjamín de la casa ha puesto los brazos en jarra y ha advertido a sus mayores que, o se le da la carga de trabajo que reclama, o tal vez se olvide de los buenos modales.

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