Un debate honesto sobre financiación
La propuesta de la Generalitat catalana para la reforma de su financiación autonómica ha suscitado un debate desaforado en el que, hasta ahora, ha cabido casi de todo, excepto rigor. Se han dado descalificaciones ampulosas apelando a los intereses supremos de España, y también ocurrencias de chirigota. Pero pocos datos. Y escasas comparaciones con naciones occidentales de las que no cabe predicar escasez de solidaridad, ni cohesión, ni falta de voluntad de permancer unidas. Por ejemplo Alemania, país que las autoridades catalanas han puesto como ejemplo en reiteradas ocasiones.
Una comparación detallada entre el modelo de financiación autonómica español y el sistema federal alemán pone en evidencia que, en realidad, ambos no están tan lejos. Los länder germanos reciben un porcentaje mayor de los impuestos estatales (incluido un 50% del de Sociedades). Eso sí, los recaudan a través de sus propias agencias tributarias y tienen reconocido este modelo de financiación en la propia Constitución. Pero en la práctica, no existe ningún abismo entre lo que propone la Generalitat catalana y lo que ya viene funcionando en Alemania. Ninguno, al menos, lo suficientemente imposible de salvar como para que no pueda debatirse con seriedad, rigor y lealtad institucional en una mesa de negociación.
El innegable malestar de Cataluña ante el actual modelo de financiación autonómica debería ser motivo suficiente para revisar el asunto con detenimiento. Se trata de un debate de enorme calado, en el que caben numerosas aproximaciones. Pero no son aceptables las descalificaciones gratuitas. Quienes opten por no afrontarlo con argumentos sólidos y cifras irrebatibles, se verán relegados al papel de comparsas en una negociación fundamental para el futuro a largo plazo de sus comunidades.
El único punto de la propuesta del tripartito que no encaja con los modelos federales ya asentados es la pretensión de pactar el nuevo modelo de financiación en una negociación vis a vis entre Cataluña y el Gobierno central. Para que pueda prosperar, el nuevo modelo ha de ser consensuado por el conjunto de las autonomías y debe ser aplicable a todas ellas con carácter general. Sólo así se evitará un federalismo asimétrico y de efectos disgregadores. Sin embargo, salvando esta pretensión, el resto de la propuesta incluye planteamientos que probablemente recibirían el respaldo de muchos otros gobiernos regionales, incluidos algunos gestionados por el Partido Popular.
Otro punto que puede generar más tensiones (ya lo está haciendo) es el de cómo garantizar la solidaridad entre regiones para avanzar en la reducción en los niveles de renta. La solidaridad voluntaria y con límites prefijados que esboza ahora mismo Cataluña en su propuesta no parece ofrecer garantías suficientes a las regiones más pobres. Pero la solidaridad infinita tampoco es una opción, porque claramente desincentiva el esfuerzo de las comunidades que realizan una mayor aportación a las arcas fiscales. Entre ambas habrá, pues, que encontrar un punto aceptable para todos. Y negociar. Con extremado rigor. Pero sin caceroladas cuyo único objetivo consiste en cosechar réditos políticos a corto plazo.