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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La deriva de los astilleros

Cuando han transcurrido casi cinco meses desde el acuerdo entre la SEPI y los sindicatos para salvar los astilleros públicos, la parte destinada a la privatización sigue una deriva preocupante. El pacto suscrito a mediados de diciembre, tras seis meses de enconado conflicto, supuso que ningún centro sería cerrado y dividió en dos el grupo. La parte militar, hoy Navantia, sigue en el sector público y continúa a velocidad de crucero bajo el paraguas estatal. Pero también bajo la estricta vigilancia de Bruselas, que pondrá la lupa sobre todas las ayudas públicas que reciba, y con una indefinida capacidad de competir en el mercado internacional que deberá demostrar si no quiere convertirse en otro pozo sin fondo.

Es en la parte civil, formada con los astilleros de Sevilla, Gijón y Sestao, y la fábrica de motores de Manises, donde el futuro se presenta más incierto. Se han iniciado las negociaciones para la privatización y, de momento, ningún comprador ha presentado una oferta en firme. Las cajas de ahorros, un recurso al que ha acudido públicamente la SEPI, no se han definido. Y lo peor es que estas factorías, agrupadas hoy en la llamada Izar Construcciones Navales en Liquidación, están siendo ignoradas por el mercado. La compañía no puede hacer nuevas contrataciones al estar en proceso formal de liquidación. Y soluciones como que los nuevos contratos se hagan con Navantia, que los traspasaría a la parte civil cuando esta última sea privatizada, no son como para convencer a ningún armador.

Las gradas de estos astilleros permanecen desiertas mientras la demanda crece y, con ella, los precios. Así se está dejando escapar una oportunidad de oro para obtener carga de trabajo, como demuestra el hecho de que ya se hayan perdido varios contratos.

El acuerdo suscrito con los sindicatos exige la venta conjunta de las cuatro factorías, un paquete por el que la SEPI no recibe ofertas. Es un extremo a flexibilizar para desencallar esta preocupante situación. La paradoja de un mercado que demanda buques y unas factorías con los brazos cruzados es un lujo inadmisible.

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